Tras el estreno de Halloween en 1978 , la obsesión de las personas a cargo de las diferentes secuelas del film de Carpenter y Hill por explicar a Michael Myers ha sido tan grande como la lista de asesinatos cometidos por el misterioso enmascarado. Halloween Kills se embarca en la misma tarea. ¿Vale la pena?

Halloween (1978) tiene, entre sus muchas virtudes, unos primeros cinco minutos que son parte de la historia grande del cine. En un plano secuencia filmado en plano subjetivo se nos muestra el asesinato de una adolescente a manos de su hermano de seis años. No sabemos quién es ese chico, su historia, qué lo motivó a cometer el crimen ni su sentir en torno a lo que hizo. De hecho ni siquiera conocemos el parentesco entre asesinada y asesino, algo que se revela más adelante. En sus primeros compases, el clásico de John Carpenter y Debra Hill siembra un mar de dudas que no hizo más que anticipar el tono de la narración de la historia.
A todos los interrogantes en torno a los hechos acontecidos en esos primeros minutos se le sumaron, en el discurrir de los acontecimientos, las incógnitas respecto al accionar del hombre enmascarado. Sabemos que se escapó del psiquiátrico pero no conocemos qué fue lo que pasó (ni cómo es que aprendió a manejar autos). Lo vemos acosar a Laurie Strode, pero tampoco hay una causa aparente. Además, todas sus apariciones en cámara son sigilosas, como si no sólo se escondiera de las personas a las que termina asesinando sino también del público. Es así que Michael Myers se mueve constantemente entre las sombras, de espalda, a lo lejos o vemos lo que él ve a partir de la utilización de planos subjetivos. El final de la película, con Myers sobreviviendo a una andanada de disparos, no hace más que aumentar la incertidumbre respecto a ese ser que no es humano sino «pura maldad», como lo describe el doctor Samuel Loomis, psiquiatra que atendió a Michael durante los años que estuvo encerrado en el manicomio.
Es tal el nivel de incertidumbre en torno al protagonista que en los créditos aparece mencionado como «The Shape» , cuya traducción es La Sombra.

Explicando a Michael Myers: de Halloween 2 a Halloween Resurrection
Halloween se convirtió en un éxito rotundo, una de las películas más rentables de la historia del cine (costó 300 mil dólares y recaudó 70 millones) y erigió a Michael Myers en un emblema de la cultura pop. Este escenario hizo inevitable la aparición de secuelas, algunas más logradas que otras, que intentaron (intentan) continuar la historia y, casi todas ellas, hacer dinero fácil aprovechando la popularidad del personaje .
En Halloween II (1981) la puesta en escena de Michael Myers comenzó a cambiar. Su tiempo en pantalla es mayor y se lo puede ver con mayor nitidez. No obstante, el principal aditivo de esta secuela a la historia inicial fue la revelación en torno a que Laurie Strode es la hermana menor de Michael, lo que echó luz a dos cuestiones fundamentales que se nos habían mantenido ocultas: la identidad de la chica perseguida y el interés en ella por parte del asesino. Aquí también se produce un atisbo de explicación en torno al poder sobrehumano de Myers, con la aparición, escrita con sangre en un pizarrón del colegio de Haddonfield, de la palabra «Samhain», de origen celta y que significa «El señor de los muertos». Sin embargo, esto último no fue profundizado aquí.
Halloween 4 y Halloween 5 (Halloween 3 no trató sobre nada relacionado a la historia original de Carpenter y Hill) fueron las que terminaron de delinear las motivaciones del protagonista. En ambos films The Shape se esfuerza por asesinar a su sobrina, quedando claro que su tarea en este mundo es no dejar a ningún familiar suyo con vida. El por qué de esa búsqueda y la razón detrás de su aparente inmortalidad fueron los dos únicos misterios que sobrevivieron de Halloween (1978). Ambas cuestiones fueron resultas en la sexta entrega; allí se retomó la teoría de la maldición celta, planteada en la primera secuela, como explicación a los interrogantes que cubrían la figura de Michael Myers.
Al margen de la calidad de las secuelas y las respuestas que ensayaron, nada quedó de aquel personaje misterioso que impactó en el público. Cada nueva entrega de sus aventuras procuró ir dejando sus secretos al desnudo. Todas las cartas estaban sobre la mesa. Así dio inicio una nueva línea temporal de Halloween, Halloween H20, que retomó los acontecimientos de Halloween (1978) y Halloween II (1981) para adentrarnos nuevamente, veinte años más tarde, en los denodados intentos de Myers en pos de asesinar a su hermana, Laurie Strode. La siguiente película fue Halloween Resurrection, la cual dio un giro en la historia debido a que finalmente Michael logró su cometido y ya no le quedaban familiares por exterminar, así que sus víctimas comenzaron a ser personas ajenas a él, en este caso integrantes de un reality show que es grabado en la casa del asesino.
En resumen hasta aquí: el vínculo de sangre con Laurie Strode y la misión de matar a toda a su familia debido a una maldición Celta, que a la vez explica sus poderes sobrenaturales, fueron las explicaciones ensayadas para llevar sobre luz sobre un personaje que logró ser en 1978 uno de los mayores éxitos de la historia de cine debido, en parte, al misterio que rodeaba su figura.

Michael Myers en la primera década del siglo XXI
El director Rob Zombie fue quien tuvo la tarea de darle F5 a Michael Myers y aggiornarlo a los tiempos modernos. Sin embargo, al igual que sus predecesores, no puedo evitar caer en la tentación de intentar explicar al personaje. Halloween: el inicio (2007) fue incluso un paso más allá: mostró durante su primera hora la infancia del pequeño Michael, algo que nunca se había hecho, y le dio una (parcial) respuesta social a su maldad. De pronto el misterioso asesino sobrehumano era un chico que pasaba sus días en un hogar parecido a un infierno: maltratado por su padrastro, víctima de bullying en el colegio, menospreciado por su hermana y burlado por tener una madre que se ganaba la vida como stripper.
El ambiente en el cual tuvo que crecer Myers fue la explicación ensayada por Zombie como uno de los motivos del inicio de la maldad del pequeño que terminó asesinando a su hermana (y en esta versión a su padrastro también). Sólo se salvó su hermana menor, algo que aquí se respetó de las anteriores versiones. Sin embargo la gran novedad no estuvo en la historia en sí, sino en que habilitó una nueva dimensión en la relación público/protagonista en tanto Michael era alguien por quien se podía sentir lástima, alguien a quien se podía comprender desde un costado sentimental, un producto del mal que generamos como sociedad. La remanida empatía por el monstruo.
Tal fue la licencia que se tomó el director respecto a la historia original que aquí Michael Myers ya no quería matar a su hermana sino vivir con ella. El otrora diablo que caminaba en la tierra quedó reducido a un gigante que en el fondo tenía alma de niño y sólo quería tener una familia. Esta idea fue el eje rector de la secuela inmediata, Halloween II (2009), el final de la línea temporal de Rob Zombie, cuya trama se basó en las alucinaciones de Michael con su madre, quien le pedía, acompañada de un caballo blanco, que «lleve a todos a casa», en un film que, al igual que su inmediato antecesor, se encuentra entre las peores versiones del pálido enmascarado.

Un nuevo reinicio limpio de explicaciones.
Con todos los intentos de explicación sobre Michael Myers naufragando en un mar de confusiones e incoherencias que atentaban contra el encanto mismo de su figura, en 2018 se estrenó un nuevo reinicio de la saga. Halloween (2018) decidió dejar de lado cualquier línea argumental de las narradas después de Halloween (1978), presentándose como una continuación directa del film original y que nos sitúa cuarenta años después de las tropelías seminales de Michael.
Contra todos los pronósticos, este reiniciar no emprendió la tarea de explicar a Michael sino que fue en sentido contrario, retomando algo de lo que había convertido al personaje en un misterio perturbador e interesante. Aquí ni siquiera sabemos por qué intentó matar a Laurie Strode, ya que no es la hermana de Michael. En palabras de Allyson Nelson, nieta de Laurie, eso fue algo inventando por el pueblo porque la idea de alguien matando personas al azar era demasiado aterradora. A lo largo de la película se insiste en reiteradas oportunidades con que no se sabe nada respecto al asesino; no sólo no hay explicaciones sino que se nos muestra a personajes que buscan desesperadamente dar con alguna respuesta, tarea en la que no tienen éxito y en lo que bien podría ser una especie de burlesca representación de todas las personas a cargo de las ocho secuelas anteriores a esta.
Si bien Halloween (2018) no se animó a devolverle a Michael Myers su carácter sigiloso y modesto, lo que hubiese sido un desafío mayúsculo a los estereotipos actuales del género, sí tuvo el coraje de hacer convivir al público con algo que no tiene explicación en una época donde todo tiene que poder ser encasillado y etiquetado con claridad.
Halloween Kills Halloween
Si Halloween (2018) dejaba de lado la obsesión de guionistas, productores y directores por explicar al personaje, Halloween Kills (2020) se ríe de su antecesora y echa por tierra todo lo bueno de la decisión tomada en el reinicio de la saga, situándose en una línea más similar a las dos producciones de Rob Zombie.
Aquí, por primera vez, Michael Myers deja de ser el obsesionado. Si era él quien deambulaba incólume por las calles de Haddonfield buscando cumplir su cometido de asesinar (o secuestrar en el caso de los films de Zombie) a quien quedara vivo de su álbum genealógico, en este caso los que están obsesionados son los demás. Esto convierte a Myers en una víctima sin perder su condición de victimario.
Lo que la película expresa con meridiana claridad es que Michael no quiere perseguir a nadie, sólo desea ir a su casa. Lo que lo puso frente a Laurie Strode no fue nada personal contra ella (recordamos que aquí, a la espera de lo que pase en el cierre de la trilogía, se sigue sosteniendo que no son hermanos) sino la obsesión de su psiquiatra, quien lo subió a un auto para llevarlo a la fortaleza de Laurie porque quería ver cómo reaccionaba al encontrarse con la única persona que logró, parcialmente, derrotarlo. Previo a eso, lo que despertó a Myers tras cuarenta años de letargo fue la obsesión de dos periodistas que también quisieron propiciar el reencuentro con Laurie y, por si no alcanzara con eso, fueron a mostrarle al asesino su antigua máscara para ver si reaccionaba tras su larga hibernación.
Parte de esa obsesión puede verse en la turba iracunda (algo que ya estuvo presente en la película de 1981 y en Halloween 4) que sale a la búsqueda de un ¿hombre? que los aterrorizó cuarenta años atrás y que dejó una estela de muerte y dolor imborrables, pero que también fue capturado y estuvo cuatro décadas sin causar ningún estrago, por lo que el miedo puesto sobre Myers podría ser una proyección de otros miedos mayores, una especie de significante vacío al que se cataloga como la pura maldad, convirtiéndolo en el responsable de todo lo malo que ocurre en el pueblo y a sus habitantes, ya sea por acción u omisión, el depositario de todos los temores e inseguridades.
Sin embargo, la obsesión rutilante en Halloween Kills es la de Laurie Strode, ya que subvierte por completo el escenario al que estuvimos acostumbrados a ver desde 1978. Esto queda graficado en el diálogo que ella tiene con Frank, el policía que está internado al lado suyo. Ella le dice que va a ir a buscar a Michael porque dar por sentado que el asesino la está buscando, sin embargo Frank responde: «Es un niño de 6 años con la fuerza de un hombre y la mente de un animal ¿Sabías que cuando era pequeño se la pasaba mirando por la ventana de su hermana. Mi compañero murió la noche en que se paró en ese mismo lugar. Pero justo antes de su muerte él lo supo. Quizás no estaba mirando hacia afuera, tal vez miraba hacia dentro. Miraba su reflejo, hacia sí mismo. Nadie sabe qué lo hace matar, qué lo motiva. Pero en su corazón , siempre me pareció que quiere una cosa…» Estas líneas terminan con la imagen de Michael mirando por la ventana de su casa.
El pasaje de Myers de asesino indescifrable a nene encerrado en cuerpo de hombre que quiere ir a revolcarse en la melancolía de su ventana contrasta con la posición de Laurie Strode. El intercambio de lugares entre ellos respecto a quién está obsesionado con el otro le da un nuevo sentido al juego que el director David Gordon Green hizo en Halloween (2018), cuando replicó escenas icónicas del film original en las que reemplazó a Michael por Laurie. Si en 1978 Laurie Strode miró desde la ventana de su colegio y se encontró con Michael parado afuera, aquí su nieta Allyson replica esa situación pero lo que ve es a su abuela en lugar del asesino. Lo mismo ocurre cuando, en la pelea final de la primera parte de la trilogía, Myers tira a Strode por el balcón y al asomarse a verla ya no está, lo mismo que ocurrió cuando Loomis fue a revisar que Michael estuviese muerto tras caer desde lo alto de la casa de Tommy producto de los disparos del psiquiatra.
Evil dies tonight (el mal muerte esta noche) es el slogan de la turba que sale a buscar a Myers para asesinarlo y que, por supuesto, terminan siendo asesinados. Esa frase se vuelve una especie de profecía autocumplida, porque el mal también son ellos, que generaron con su obsesión la muerte de un inocente al que confundieron con Michael. Myers no es el único malo de la película, el mal también está los otros que se empeñan en sostener que «he needs to die» (él necesita morir).

Michael Myers no necesita explicaciones
El problema que subyace, para quien escribe estas líneas, en todos estos intentos de explicar a Michael Myers es que atentan contra el personaje, contra lo que lo hace diferente, interesante. No saber no es un problema, no todo necesita ser respondido, no todo necesita una historia trágica por detrás, no todo necesita ser argumentado bajo una infancia difícil, un contexto social complejo o algún trauma, porque, como dice Allysa, la nieta de Laurie, el verdadero terror está en aquello que no podemos entender, en aquello que no logramos interpretar racionalmente. Ejemplo de la inutilidad de otorgar certezas es que la película de Halloween que pasó a la historia es aquella en la cual vemos actuar a Myers de principio a fin sin saber absolutamente nada sobre él.
Pero, además, la explicación de la historia detrás de Michael Myers es una salida fácil. Si a mí, a usted o a cualquier persona que no se dedica a escribir guiones o a dirigir películas nos encomendaran la tarea de continuar la historia de Myers, seguramente lo primero que se nos hubiese venido a la cabeza hubiera sido explicar al personaje. Cualquiera puede inventar motivos, excusas, lo difícil es desarrollar historias que puedan mantener el secretismo en torno a aquello que intriga.
No obstante, no es un problema sólo de respuestas. Como pasó recientemente con el Joker en la película sobre el villano de ciudad Gótica que estuvo nominada a los Oscar, lo que se ve es miedo. Miedo por parte de quienes están a cargo de las films de que alguien pueda salir enojado del cine porque quedaron cosas sin entenderse, miedo por crear una película mainstream que no le de todo servido en bandeja, masticado y pre digerido a la audiencia. Lo que en paralelo representa una evidente subestimación y una declaración de la baja consideración que tienen los hacedores de estas producciones por las personas que las consumen, a quienes evidentemente consideran incapaces de procesar algo que no venga con un manual de instrucciones sobre qué pensar respecto a lo que se ve en pantalla.
Es como si no se lograra entender que lo que hace complejos a personajes de ese estilo es justamente su ausencia de motivos razonables para hacer lo que hacen. Películas como las de Zombie y esta última de Gordon Green son un engaño, en el cual queriendo dotar de supuesta complejidad social al monstruo que tienen a cargo lo que hacen es reducirlos a su mínima expresión, poniéndoles un corset que lo único que logra es encasillarlos y adaptarlos a la mediocridad de los miles de personajes de ese estilo que ya existen, aniquilando la singularidad que, en este caso, creó el mito de Michael Myers.
En el caso de Halloween Kills resulta llamativo que se haya tomado este camino después de su planteo en la primera parte de la trilogía y el éxito de la misma aunque, como fue dicho antes, explicar las cosas es la salida fácil cuando no se tiene lo necesario para asumir la complejidad de llevar adelante tres películas sin caer en el cliché de responder punto por punto los interrogantes cual cuestionario o examen de colegio primario.
El Michael Myers sigiloso, capaz de pasarse casi una película entera escondido, no existe más y quizá no volvamos a verlo porque estamos en un contexto donde lo que importa en este tipo de films pareciera ser cuántas muertes hay y qué tan violentas o creativas son. Puede entenderse eso, los géneros van cambiando con el paso del tiempo y arman sus estereotipos, eso no es necesariamente malo y queda en cada quien decidir de acuerdo a sus gustos. Lo que es una pena es que se considere que el público no puede estar viendo algo para lo que no haya explicaciones, que se intente revestir con complejidad social lo que es una burda simplificación estereotipada de la persona que es mala por tener una vida difícil, porque eso no sólo es subestimar a la audiencia sino no tener cariño por el personaje al que se le está representando en pantalla, privilegiando la salida fácil por sobre el esfuerzo de asumir la dificultad de construir una narrativa que rechace esquemas que vienen de fábrica.
La idea de que todo villano lo es por tener alguna historia trágica sobre sus espaldas esconde una presunción cándida sobre la maldad, al partir de una concepción paternalista que asume que siempre podemos explicarla. Esto, además, es un esquema de pensamiento que proporciona una falsa tranquilidad, porque si el mal siempre tiene sencillas explicaciones vinculadas a determinados eventos o infancias trágicas entonces podemos controlarlo, entonces podríamos evitar su existencia siendo mejores como sociedad, anulando de esta forma un tipo de maldad que exceda nuestras explicaciones racionales. Lo que, en definitiva, constituye una visión más acorde a un cuento infantil que a una película de terror de lo que Halloween fue en sus inicios.
Michael Myers no necesita explicaciones ni que le tengamos pena. Le alcanza con generarnos miedo.