Este jueves se estrena en cines la nueva película del director de Call Me By Your Name, la nueva Suspiria, Bones and All, Challengers y Queer.
En Cacería de Brujas (After the Hunt), Luca Guadagnino cambia el fuego del deseo por la brasa lenta de la culpa. El resultado es un thriller psicológico que se cocina a fuego filosófico, donde las ideas pesan tanto como las pasiones. Julia Roberts encarna a Alma, una prestigiosa profesora de Filosofía en Yale que atraviesa el punto de quiebre de su vida académica, emocional y moral.
Casada con Frederik (Michael Stuhlbarg), un psicoanalista refinado y buen cocinero con quien comparte un cariño más doméstico que vital, Alma mantiene un affaire con Hank Gibson (Andrew Garfield), colega en la universidad y rival directo en la carrera por la titularidad de la cátedra. Esa rutina de equilibrios y pequeñas mentiras se desmorona cuando Maggie (Ayo Edebiri), su alumna predilecta y casi discípula, la enfrenta con una confesión: Hank la habría abusado luego de una fiesta en casa de Alma.
Lo que sigue no es una película de certezas, sino de grietas. Guadagnino se mueve con elegancia entre la ambigüedad y la sospecha: una tesis supuestamente plagiada, los intereses cruzados dentro del ámbito universitario, las tensiones de clase y de género, y el peso de la cultura de la cancelación se mezclan en un tablero donde nadie está del todo libre de culpa. Cada palabra dicha en el campus resuena con ecos de juicio moral; cada silencio, con el miedo a perder una reputación.
Desde lo formal, los créditos iniciales y finales evocan deliberadamente el universo de Woody Allen, pero lo que aquí suena no es jazz alegre, sino una trompeta entrecortada, que anuncia el derrumbe. El tic-tac constante de los relojes acompaña como un metrónomo invisible: el tiempo de la verdad que se acerca, el de la bomba que está por estallar.

Guadagnino filma los espacios de Yale con una frialdad quirúrgica: aulas de mármol, oficinas impecables, cenas que parecen ritos. Pero detrás de esa compostura académica se agita algo mucho más primal. Las conversaciones sobre Foucault, el panóptico o la ética del poder no son simples adornos intelectuales, sino un espejo que amplifica la contradicción de Alma: la filósofa que teoriza sobre la mirada y el control, pero no puede controlar su propio deseo ni su miedo a la exposición.
Julia Roberts entrega una de sus interpretaciones más sobrias y tensas en años: un rostro que se va descomponiendo lentamente, a medida que los secretos del pasado emergen y la figura de la maestra ejemplar se derrumba. Michael Stuhlbarg, como su marido, funciona como un eco constante de la represión: la serenidad de quien cocina para no hablar. Andrew Garfield, por su parte, brilla en su ambigüedad: un profesor encantador, nervioso, impredecible.
El título original, After the Hunt, parece dialogar directamente con The Hunt de Thomas Vinterberg: la caza ahora se traslada al mundo académico, donde las reputaciones valen tanto como las vidas, pero también se vincula al secreto que Alma oculta sobre su adolescencia que parece sacado del film danés. Aquí nadie sale ileso, porque el daño no es solo físico o moral, sino epistemológico: ¿quién tiene el derecho de definir la verdad?
Cacería de Brujas es una obra contenida y magnética, donde Guadagnino combina su sensibilidad visual con el guion envenenado. Un drama sobre la moral, el deseo y la interpretación. Una película que no acusa ni absuelve, solo observa. Y lo hace con la precisión de un reloj antes de romperse.