Este jueves se estrena en cines, la esperada película de la directora de Lady Bird y Mujercitas, inspirada en la clásica muñeca creada por Mattel.
Con una extensa campaña de prensa, ha llegado Barbie, la tan esperada nueva película de Greta Gerwig. La estructura de la película es bastante sencilla: La rutina y armonía festiva de Barbieland se rompe cuando la Barbie más típica de todas (brillante Margot Robbie) descubre un vacío existencial en su mente mientras baila una coreografía sacada de un musical, y pregunta en voz alta: «¿Alguna vez pensaron en morirse?». A partir de ese simple pero complejo interrogante, comienza a desenredarse una crisis personal que inevitablemente afecta a su entorno; nada nuevo en un personaje que debe recorrer un camino de transformación y aprendizaje.
La premisa es la excusa para que vivamos junto a Barbie y Ken (desopilante papel de Ryan Gosling), un viaje de Barbieland hacia el mundo real, donde se abordará cuestiones como la formación de la feminidad basada en un juguete tan icónico como Barbie, poniendo en relieve cómo esta responde a ciertos estándares y expectativas, sin dejar de lado las estructuras que atan a las mujeres y los procesos de contracultura. Ámbito que permite a Margot Robbie y Ryan Gosling lucirse, cuando se burlan de sus propios personajes y lo que representan, desafiando las convenciones que rodean los estereotipos de belleza.
Pero no solo la pareja protagónica sobresale. una galería de personajes secundarios conforman un universo mágico. Allan, el amigo «gay» de Barbie, interpretado por un Michael Cera; el director de Mattel, caracterizado por un desacatado Will Ferrell y la maravillosa interpretación Kate McKinnon, como la Barbie rarita, quien vive alejada de todo el mundo al ser maltratada por su dueña. Lo mismo sucede con América Ferrera, en el papel de Gloria, la oficinista frustrada con su vida, pasando una crisis existencial (detalle no menor en relación con lo que le sucede a la muñeca); en conflicto con su hija adolescente, que la rechaza, como le sucede a la mayoría de los jóvenes de esa edad. Ella y su hija serán quienes rescaten a Barbie y la ayuden a volver a Barbieland.
Barbie de Greta Gerwig no solo sorprende con un arte onírico y una paleta de colores que recuerda al estilo de Wes Anderson, también la acompaña un humor absurdo y delirante, simil Zoolander, para burlarse de las masculinidades y sus rituales. En el final, la directora introduce de manera un tanto subrayada, pero efectiva, el discurso sobre el empoderamiento y la sororidad femenina, criticando la falsa igualdad de oportunidades y la mirada más radicalizada feministas sobre los deseos individuales de las mujeres. Esto hace que Barbie sea la obra de Greta más apta para el consumo masivo, sin traicionar su identidad, porque, a pesar de lo que la muñeca representa en la cultura de masas y el la sociedad de consumo, es una interesante exploración del universo femenino y sus contratiempos.