Gladiador 2 | Review

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Se estrena en cines argentinos, la secuela de la clásica película del año 2000, dirigida por Ridley Scott.

Para quienes fueron adolescentes en los 2000, Gladiador seguramente ocupa un lugar especial entre las películas de culto. Ridley Scott, quien en los 80 dejó huella en el cine de ciencia ficción y terror con Blade Runner y Alien, con este épico que marcó una era, ganando 5 premios Oscar, incluido el de mejor película y mejor actor para Russell Crowe. Inspirada en los clásicos como Ben Hur y Spartacus, Gladiador fue un hito popular del cine moderno que combinaba un relato heroico y crudo con intrigas políticas y una estética shakesperiana. Veinticuatro años después, Scott vuelve a ponerse los guantes (o mejor dicho, el casco y la armadura) y presenta una secuela que retoma el espíritu de su primera obra.

La historia de Gladiador II nos lleva dos décadas después de la muerte de Máximo y Cómodo. Roma se encuentra en manos de los tiranos gemelos Carcalla y Geta, dos emperadores desquiciados y crueles, interpretados por Joseph Quinn y Fred Hechinger, quienes despliegan una versión siniestra de la juventud en el poder. Bajo su dominio, Lucila (Connie Nielsen), quien sobrevive como una princesa relegada y sometida a esta tiranía, vive una relación compleja con el general Acacius (Pedro Pascal), que, lejos de ser un héroe, lidera la invasión a la ciudad de Hanno (Paul Mescal), el nuevo protagonista de esta historia.

Tras una feroz batalla, la esposa de Hanno muere, su ciudad cae en manos del imperio, y él es capturado y vendido a Macrimus (Denzel Washington), un empresario de luchas en la arena. Así, Hanno se convierte en gladiador, impulsado por la sed de venganza y la esperanza de recuperar su libertad. Roma se convierte en el escenario de su lucha no solo contra la brutalidad de la arena, sino también contra sus propios demonios y el oscuro pasado romano que dejó atrás.

En esta nueva entrega, Scott explora temas de venganza y sacrificio, pero lo hace desde una perspectiva diferente. Mientras Máximo era un guerrero que representaba la lucha del hombre común, Hanno se nos presenta como un poeta convertido en gladiador, un personaje complejo, brutal en su lucha, pero dotado de una sensibilidad inesperada. Paul Mescal ofrece una interpretación poderosa, menos heroica y más reflexiva, conectando al público con el dolor y la determinación de un hombre que, aunque roto, sigue en pie.

Los gemelos Carcalla y Geta, interpretados por Quinn y Hechinger, son tiranos de facultades mentales alteradas, infantiles en su crueldad y manipulados por fuerzas ocultas como el esclavista Macrimus. Washington da vida a este siniestro empresario que mueve los hilos detrás del espectáculo de la muerte, en un rol que representa la avaricia y el poder en las sombras.

El regreso de Connie Nielsen como Lucila y de Derek Jacobi como el senador Graco le otorgan a la película una continuidad con la original. Lucila, ahora atrapada en un juego de lealtades forzadas y alianzas complejas con Acacius, enfrenta la opresión de Carcalla y Geta, y busca sobrevivir en un imperio donde la crueldad y el poder arbitrario dictan cada acto. Graco, el senador idealista, sigue representando los valores de la república, aunque su voz es cada vez más marginal y sofocada en la Roma de los gemelos.

Gladiador II incorpora novedades visuales que buscan impactar: batallas navales, animales salvajes en la arena y una estética grandiosa que recuerda al cine épico clásico, pero con un toque contemporáneo. Scott logra una trama cargada de intriga política, donde los juegos de poder y la lucha por la libertad llevan al espectador a cuestionarse sobre las propias sombras del poder en la actualidad. Con guiños a la película original y un relato que explora la brutalidad de Roma, el film cumple con mantener vivo el legado, al tiempo que abre una puerta para que una nueva generación se sumerja en esta historia de venganza, honor y destino.

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