Este jueves se estrena la tercera entrega de la saga creada por Steven Lisberger, protagonizada por Jared Leto y Evan Peters.
La saga Tron siempre fue una rareza dentro de la ciencia ficción. Desde aquella película original de 1982 creada por Steven Lisberger, pionera en el uso de gráficos por computadora pero eclipsada por los colosos filosóficos del género como Blade Runner o Terminator, su enfoque fue más lúdico, casi de videojuego viviente. Años después, Tron: Legacy (2010), dirigida por Joseph Kosinski, retomó la historia con un estilo visual deslumbrante y una banda sonora mítica de Daft Punk, pero sin lograr salir completamente de las sombras. Tron: Ares, dirigida por Joachim Rønning, recoge ese legado y se suma al debate contemporáneo sobre el rol de las inteligencias artificiales, explorando para qué sirven, qué propósito pueden tener y qué significan en un mundo dominado por la competencia tecnológica.
Lo hace con un tono de aventura y estética de guerra corporativa: dos empresas enfrentadas por el control de las IAs en un relato que alterna acción y reflexión, como lo había hecho en su momento la serie Alien Earth. La película combina humor y tensión, con secuencias visualmente impactantes y la música vibrante Nine Inch Nails Su mayor acierto está en cómo los programas digitales discuten sobre independencia, identidad y utilidad dentro de un mundo que los ve como herramientas.

En el centro está Ares (Jared Leto), un programa-humanoide enviado del mundo digital al real en una misión que marca el primer contacto directo entre ambos universos. En su viaje terminará protegiendo a Eve Kim (Greta Lee), la CEO de la compañía de realidad virtual Encom, mientras enfrenta al despiadado Julian Dillinger (Evan Peters), un genio tecnológico que lo creó, obsesionado con convertir sus creaciones digitales en armas reales, y a su letal aliada Athena (Jodie Turner-Smith). Todo se sostiene sobre una estructura clásica: un “código de permanencia” que permitiría a los programas-humanoides vivir en la vida real (solo resisten 29 minutos) y que todos buscan, con una cuenta regresiva que intenta mantener la tensión.
Tron: Ares también juega con lo nostálgico, recuperando el humor y la estética ochentosa: bromas sobre Depeche Mode, sintetizadores, texturas neón y hasta un breve cameo de Jeff Bridges. En esos momentos, la estética y la música recuerda a los videojuegos de esa época, y esa combinación entre pasado y futuro termina siendo su mayor hallazgo: una película que no busca reinventar Tron, sino hacerlo vibrar otra vez.