Este jueves se estrena en cines la nueva película de John Kransinski protagonizada por Ryan Reynolds.
La película inicia con imágenes de video simuladas que muestran los días felices de Bea en un apartamento de Brooklyn, antes y durante la enfermedad de su madre (Catharine Daddario). La trama se sitúa en el Nueva York actual, donde Bea (Cailey Fleming) se muda con su abuela (Fiona Shaw) mientras su padre permanece en el hospital esperando una cirugía por un “corazón roto”. Bajo la atenta pero algo excéntrica supervisión de su abuela, Bea conoce a un peculiar vecino llamado Cal (Ryan Reynolds), quien dirige una agencia para amigos imaginarios. Entre sus clientes están Blue (voz de Steve Carell) y Blossom (voz de Phoebe Waller-Bridge), una criatura con aire a Minnie Mouse. Inicialmente escéptica, Bea se embarca en la misión de reconectar a estos amigos imaginarios con niños.
Evocando obras como Intensamente, Where the Wild Things Are de Spike Jonze, Bridge to Terabithia de Gábor Csupó; abordando la soledad de la niñez en momentos de angustia que recuerda a Mi Vecino Totoro de Miyasaki. Krasinski, como escritor y director, maneja bien los requisitos del género, aunque el resultado pueda ser un tanto irregular. La dulzura de la trama es a veces superficial y la confusión en el desarrollo de los amigos imaginarios se hace notar.
A pesar de esto, hay muchos aspectos encantadores, como los creativos diseños de los amigos imaginarios. Para los adultos que sienten nostalgia de su infancia, la idea de una casa de retiro para amigos imaginarios resulta atractiva. En este lugar, estos seres esperan encontrar nuevos compañeros de juego, mientras lamentan la pérdida de sus amigos humanos. Bea, una niña de 12 años interpretada por Cailey Fleming, quien aporta su carisma y un toque de realismo cuando declara que ya es demasiado mayor para esos juegos.
En Amigos Imaginarios, John Krasinski se aleja del horror y el suspenso de A Quiet Place, realizando una película infantil/familiar que mezcla los elementos típicos del género: dosis de sentimentalismo, un fuerte énfasis en el poder de la imaginación de los niños, y un drama familiar que busca tocar las emociones del espectador adulto. Aunque puede resultar un poco compleja la temática, los niños disfrutarán de una variedad de personajes creados con CGI, mientras que los adultos disfrutarán de una buena banda sonora a cargo de Michael Giacchino, algunos momentos emotivos y una divertida escena musical al ritmo de Better Be Good To Me de Tina Turner.
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