Este jueves se estrena en cines argentinos, la película de de Romina Tamburello y Federico Actis, protagonizada por Luciana Grasso e Inés Estevez.
Vera (Luciana Grasso) es una joven de 16 años que, en un acto de rebeldía, alquila a parejas adolescentes uno de los departamentos que su madre (Inés Estévez) administra, pero que no logra arrendar debido a su estado deteriorado. El lugar, lejos de ofrecer glamour o comodidad, está marcado por la humedad y el desorden, y Vera se ve obligada a ofrecer una bolsa de dormir, que luego debe llevar a una lavandería.
A pesar de las condiciones precarias y la paga mínima, el negocio se vuelve cada vez más rentable, reflejando la desconexión de Vera con su entorno y la búsqueda insaciable de algo que ella misma no logra comprender completamente. Se obsesionará con una joven pareja que regularmente visitan el lugar, a los cuales comenzará a espiar. De esta manera, Vera comenzará un proceso personal que la conducirá a una exploración de la búsqueda del placer. Pero el riesgo de ser descubierta estará cada vez más cerca y se profundizará cuando encuentre a su madre teniendo una relación oculta con alguien cercano a la familia.

Esta obsesión por los placeres momentáneos conducirá a decisiones que traspasan los límites: una infidelidad que parece más un escape que una verdadera elección emocional, el robo de llaves con el único fin de permitir que otros disfruten sin un propósito más allá de eso. La playa, que podría haber sido un refugio para los personajes, se presenta en un segundo plano; más que un lugar de descanso o disfrute, se convierte en una carga para la madre, quien se ve obligada a trabajar constantemente, reflejando así el vacío detrás de la búsqueda incesante de placer.
La historia se despliega con una naturalidad que permite que el conflicto familiar se desate de forma orgánica. La reacción de la madre y la actitud del padre se sienten genuinas, como si fueran un reflejo espontáneo de su desconexión emocional. El placer, en sus diversas formas, se introduce en varios momentos del relato: voyeurismo, el deseo corporal, el disfrute del deporte. Cada uno de estos aspectos se muestra de manera superficial, como si fueran placeres inmediatos que ocupan el centro de la vida de los personajes.
La dirección de Tamburello y Actis ofrece un acercamiento delicado y genuino a la intimidad de la protagonista. Luciana Grasso brilla en el rol, siendo la guía perfecta para llevar al espectador a través de las complejidades emocionales del personaje. La selección de música, con canciones de Baezz, Boom Boom Kid, Fasciolo y Sidernova, se entrelaza a la perfección con la narrativa, intensificando la atmósfera y profundizando la conexión con la historia de una manera casi palpable.
De esta manera, Vera y el placer de los otros no solo se transforma en una exploración del deseo y la transgresión, sino también un retrato de las consecuencias de vivir enfocados en el placer superficial.