[Crítica] Aquaman: El Reino Perdido de James Wan

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Este jueves, se estrena en cines una nueva entrega de la adaptación cinematrográfica del clásico personaje de cómic de DC.

La nueva entrega de el superhéroe marino comienza con un idílico universo de Aquaman (Jason Momoa). Marcado por la serenidad del matrimonio con Mera (Amber Heard) y la paternidad, el rey de Atlantis disfruta de momentos de tranquilidad, guiado por la sabiduría de su madre Atlanna (Nicole Kidman) y el rey Nereus (Dolph Lundgren). Sin embargo, la paz se ve amenazada por el regreso vengativo de Black Manta (Yahya Abdul-Mateen II), desencadenando una guerra postergada que obliga a Aquaman a buscar la ayuda de su medio hermano Orm (Patrick Wilson), actualmente encarcelado.

Con esta premisa, se cierra el Universo Expandido de DC Comics. Un universo que ha experimentado tanto las bendiciones como las maldiciones de tener mundos conectados y propiedades intelectuales bajo un mismo paraguas. Donde Zack Snyder, arquitecto inicial del universo, había establecido un tono oscuro y serio, limitando la diversidad tonal de los personajes. Experimentos como Shazam! y El Escuadrón Suicida demostraron posibilidades divergentes, pero estas no encajaban con la visión original, resultando en problemas estructurales y cambios significativos en la dirección creativa de Warner/DC, de la mano de James Gunn.

En medio de esta transformación, nace la segunda entrega en solitario de Aquaman, explorando una narrativa que desafía las restricciones previas y busca encontrar su propio espacio en el universo cinematográfico de DC. Intenta ser una buddy movie por momentos, en otros trata de homenajear a Star Wars, incluso con una escena que recuerda a la marginalidad de Tatooine y que estamos frente a Jabba The Hutt; en otras parece recrear el espíritu aventurero y humorístico de Indiana Jones. Se festeja que sea delirante y, por momentos, completamente desquiciada, a tono con otras producciones James Wan, como Maligno y Rápido y Furioso 7. El director malasio no se guarda nada, le da libertad a su espíritu creativo y logra un producto completamente despojado de ataduras, necesario para crear desde extraños monstruos extraños marinos hasta pulpos espías.

Es cierto que Aquaman: El Reino Perdido tiene diálogos tontos, momentos de humor bobo y algunas situaciones que dan vergüenza ajena; pero así y todo logra ser un cierre convincente para el DCUE, dónde si uno se sumerge en profundidad, sin pensar ni analizar demasiado, la termina disfrutando.

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