El primer film en ser nominado simultáneamente a mejor película extranjera, mejor película de animación y mejor documental, narra la historia real de Amin, un hombre afgano que debió escapar de su país para salvar su vida y la de su familia.
Dirigida por Jonas Poher Rasmussen y producida por Nikolaj Coster-Waldau (Jaime Lannister en Game of Thrones) y Riz Ahmed, quien estuvo nominado en los premios Óscar 2021 como mejor actor por su papel en Sound Of Metal, Flee presenta en su inicio el elemento que hizo posible su existencia: la amistad entre el director y el protagonista, Amin, quien por la confianza que tiene en su amigo se animó a narrar por primera vez su historia de vida.
Que el film sea una animación no fue sólo una decisión estética, sino la manera elegida de proteger la identidad del hombre que con voz en off cuenta su dura infancia y adolescencia, primero en Kabul y luego en el exilio. No obstante, Flee no se agota en el paso a paso del escape; es un recorrido por diversos tópicos que incluyen la historia de Afganistán, la aceptación de la propia sexualidad, el peso de cargar con responsabilidades, la importancia del sostén familiar, las complejidades de conjugar la vida personal con la profesional y el miedo a que la felicidad pueda desmoronarse en un abrir y cerrar de ojos. Como es de esperar, esas circunstancias siempre estarán atravesadas por el trasfondo trágico del protagonista, que es lo que motoriza buena parte de su comportamiento como adulto.
Una de las cosas que puede tomar por sorpresa a algunos espectadores ni bien iniciado el film es ver la Afganistán en la que vivía Amin. Acostumbrados a la imagen tradicional de mujeres envueltas en sus burkas y talibanes armados, la Kabul inicial tiene más semejanzas con una ciudad occidental que con lo que ocurre hoy en esa parte del mundo. El claro contraste entre ese escenario y el actual es también lo que permite al director unir el espiral de tragedia en el que se hundió la capital de Afganistán con el drama que absorbe al protagonista, ya que es lo primero lo que explica lo segundo.
En Flee cada hecho histórico impacta en la vida de Amin. La llegada del ejército rojo para que la URSS gobierne de facto Afganistán termina con el padre del protagonista siendo secuestrado de su hogar; a día de hoy todavía siguen sin encontrarlo ni saber qué pasó con él. El inicio a gran escala de la guerra entre soviéticos y los muyahidines financiados por EEUU marca el fin de la inocencia para Amin y sus hermanos, particularmente el mayor de ellos, quien se ve obligado a escapar de las calles en las que antes jugaba con libertad para no ser reclutado forzosamente por la armada comunista y enviado a morir al conflicto bélico.
La retirada de la URSS, quien tuvo en Kabul su propio Vietnam, marca también la retirada de Amin y su familia de Afganistán ante la inminente llegada de los muyahidines. Como si la sed de venganza muyahidín ante aquellas personas que estuvieron décadas viviendo un estilo de vida occidental, si el futuro de su hermana como mercancía de alguno de los nuevos líderes y si el temor por la vida de su madre no hubiesen configurado por sí mismos suficientes razones para escapar, Amin tenía otro motivo que volvía inviable su permanencia en el país: su homosexualidad, patente en el deseo sexual que se despertaba en el protagonista ante cada aparición de Jean-Claude Van Damme en televisión.
Tras el escape de Afganistán, Flee crece junto a su protagonista, quien debe convertirse en lo que necesitaba para sobrevivir: un adulto en el cuerpo de un niño. Es en este punto en el que empieza a verse el drama de los refugiados: abusos policiales, el constante miedo a ser deportados, la clandestinidad, el ahorro de cada moneda para negociar con traficantes de personas que puedan hacerlos cruzar alguna frontera.
Sin embargo el film no se queda sólo con eso. La estructura elegida para narrar la historia, que consiste en saltos temporales que mueven constantemente al espectador entre el pasado y el presente de Amin, permite extender la narración hacia cómo es la vida actual del niño al que vemos sufrir y escapar. Es en la conjunción de esas dos líneas en las que el director, sin necesidad de didactismos ni subrayados, exhibe con claridad la forma en que el pasado trágico extiende su sombra sobre un presente envidiable, cargando sobre Amin responsabilidades y miedos que ya no guardan correlación con la vida que construyó, pero que no dejan de atormentarlo.
Si al inicio de Flee Amin dice que un hogar es un lugar del que uno no tiene la obligación de escapar, un lugar en el que una persona sabe que puede quedarse el tiempo que quiera, la coexistencia del relato de su adolescencia, buscando escapar de Rusia, con el presente, en el que es un académico exitoso con una pareja estable, convergen en el miedo a quedarse quieto y ser encontrado. Porque a fin de cuentas, uno de los grandes méritos de Flee es mostrar de forma bella y conmovedora que las tragedias no se superan, sino que sólo encontramos formas precarias de convivir con ellas.