Este jueves se estrena en cines la nueva pelícua sobre el emperador francés, del director de Alien, Blade Runner, Thelma & Louise y Gladiador.
«Francia… ejército… Josephine…» fueron las últimas palabras de Napoleón Bonaparte antes de morir en la Isla de Santa Elena en 1815. Sobre esas últimas palabras elige hacer foco Ridley Scott en su nueva película, Napoleón, protagonizada por Joaquín Phoenix, con quién vuelve a trabajar luego de la exitosa Gladiador. Apple TV da luz a esta ambiciosa película bélica, distribuida globalmente en las salas de cine por Sony Pictures. David Scarpa maneja el guion y Martin Phipps se encarga de componer la banda sonora.
El filme ofrece una exploración de los orígenes del comandante militar y su ascenso rápido y despiadado al estatus de emperador. Este viaje se presenta a través del prisma de su relación adictiva y a menudo volátil con su esposa y único amor verdadero, Josefina. Napoleón, una figura intrigante a lo largo de la historia cinematográfica, ha cautivado a diversos directores en un delirio febril de grandeza. Desde Abel Gance hasta Stanley Kubrick y Steven Spielberg, han intentado llevar a la pantalla las gestas bélicas del emperador de la sonrisa torcida.
En esta ocasión, el matrimonio de Josefina y Napoleón es el punto central. La efervescente relación romántica, la película gira en torno a esta piedra angular. En ese plano Joaquin Phoenix cumple correctamente y quien se destaca es Vanessa Kirby, robándose cada escena en la que aparece. El arte de la guerra es otro punto fuerte, con Phoenix, Scott y el equipo técnico destacando en impactantes batallas, superando la narración abrupta y la falta de cohesión en la trama.
Por que ahí radica el punto débil de la película. El conflicto interno entre el corte cinematográfico de dos horas y media y el montaje del director de cuatro horas genera una lucha interna en la que los elementos se solapan sin cohesión. La edición problemática y la construcción argumental limitada afectan el desarrollo de los personajes. Aunque las escenas bélicas son de calidad, sobre todo la Batalla de Austerlitz.
En conclusión, el corte comercial de Napoleón se ve perjudicado por un montaje abrupto y limitante, convirtiendo las cuatro horas en dos horas y media. Aunque destaca en diseño de producción, secuencias de batalla e interpretaciónes, la propuesta resulta descompensada. La esperanza recae en el Director’s Cut para una experiencia más completa.