Se estrenó en cines argentinos la nueva película del director de Los Excéntricos Tennembaum, El Gran Hotel Budapest y Moonrise Kingdom, entre otras.
Wes Anderson vuelve a desplegar su inconfundible maquinaria estética con El esquema fenicio, una sátira en clave de comedia que gira en torno a Zsa-Zsa Korda (Benicio del Toro), un magnate europeo cuya megalomanía empresarial se ve desafiada por un reencuentro inesperado: su hija Liesl (Mia Threapleton), una joven monja que ha elegido renunciar por completo al mundo que su padre representa. En este punto de partida, Anderson propone un relato más compacto y enfocado que en sus últimos trabajos, apoyado en un trío de personajes —Korda, Liesl y el fiel asistente Bjorn (Michael Cera)— que emprenden una suerte de road movie llena de giros absurdos, conversaciones filosas y tensiones latentes.
Ambientada en la imaginaria Fenicia de los años 50, la película comienza con el intento fallido de asesinato de Korda, cuyo jet privado es derribado en pleno vuelo. A partir de allí, se despliega una comedia de intriga con tintes políticos y familiares, en la que enemigos financieros, gobiernos hostiles y exesposas resentidas conspiran en su contra. En medio de ese caos, Korda decide contactar a su hija con la intención de convertirla en la heredera de su imperio, y juntos inician un recorrido por distintas ciudades portuarias para cerrar acuerdos e inversiones que mantengan a flote el ambicioso Plan de Infraestructura Terrestre y Marítima, una parodia apenas disimulada de los proyectos coloniales del siglo XX.

La película, escrita por Anderson junto a Roman Coppola, utiliza una estructura episódica que fluye con más soltura y ritmo que en Asteroid City o La Crónica Francesa, gracias al carisma de sus protagonistas y a un humor que brilla por su capacidad de quebrar la lógica hiper estructurada del universo andersoniano con momentos inesperadamente ridículos. Cada escena parece avanzar al borde del delirio, pero sin perder nunca el eje emocional que se construye entre padre e hija, marcado por viejas heridas, sospechas no resueltas y una necesidad tácita de redención.
Benicio del Toro compone un Korda enigmático y algo distante, mezcla de capitalista inescrupuloso y figura trágica, mientras que Mia Threapleton aporta una melancolía contenida que equilibra con sensibilidad la dinámica entre ambos. Michael Cera, por su parte, se mueve con soltura en el tono deadpan característico del director y ofrece algunos de los mejores momentos de comedia del film.
Visualmente, El esquema fenicio es otro despliegue deslumbrante de precisión artesanal. El diseño de producción de Adam Stockhausen convierte cada locación en una miniatura viva, llena de texturas, simetrías y colores vibrantes. La partitura de Alexandre Desplat, salpicada con citas a Stravinsky y Beethoven, aporta una capa lírica que realza la experiencia general.
Si bien es cierto que Anderson repite fórmulas ya conocidas —la familia disfuncional, la aventura compartida, el uso obsesivo de la composición simétrica—, logra aquí canalizarlas de manera más amena, accesible y divertida que en sus entregas anteriores. Los cameos de Tom Hanks, Bill Murray, Bryan Cranston, Willem Dafoe y Scarlett Johansson funcionan como pequeños guiños que no distraen del núcleo narrativo, sino que acompañan con elegancia.
Lejos de agotarse, el estilo de Anderson demuestra aún tener mucho que ofrecer cuando encuentra una historia que lo justifica. Y El esquema fenicio lo logra: no solo es un espectáculo visual hipnótico, sino también una comedia inteligente que sabe cuándo romper sus propias reglas para dejar entrar el absurdo, la ternura y, por momentos, la emoción verdadera. Una fábula sobre el poder, la culpa y los vínculos que, sin alejarse de los códigos de su autor, encuentra nuevos modos de encantamiento.