Este jueves se estrena en cines argentinos la adaptación cinematográfica de la novela de Camila Sosa Villada dirigida por Javier van de Couter, director de Mía e Implosión.
¿Qué pasa cuando alguien que lo ha conseguido todo –prestigio, dinero, reconocimiento– decide que le falta algo? En Tesis sobre una domesticación, esa falta toma la forma de un hijo, y lo que podría parecer una elección amorosa se revela como un deseo en conflicto: entre lo íntimo y lo impuesto, entre lo que se anhela y lo que se espera.
Camila Sosa Villada interpreta a esta mujer trans en la cima de su carrera, que decide adoptar y casarse con un abogado bisexual. Pero esta no es una historia sobre integración ni inclusión decorativa. Es una exploración brutal sobre los modos en que la maternidad puede ser también una performance, un papel que exige convicción más que ternura.
Javier van de Couter, que ya había trabajado con Sosa Villada en Mía, dirige con mirada quirúrgica. Junto a ella y Laura Huberman en el guion, construye una película que no embellece ni dramatiza en exceso: observa con frialdad, pero nunca con condescendencia. La maternidad, el género, el deseo, la idea de familia… todo se cuestiona, nada se da por sentado.
La historia viaja entre la vida urbana y los paisajes serranos de Córdoba, entre las fiestas y los silencios, entre cuerpos que gozan y cuerpos que cargan. Hay muchas escenas eróticas poderosas, tensiones familiares que se desbordan, una banda sonora que va de Virus a Tina Turner, y una boda que reúne amigas travestis con parientes conservadores en una mezcla tan incómoda como reveladora.
Tesis sobre una domesticación no suaviza sus bordes. Hay fallas, pero hay una voluntad política y estética clara que termina por contrarrestar cualquier error que pueda tener, con una Sosa Villada que impone presencia, encarna contradicciones e incomoda. Lo que da como resultado final una película que expone con crudeza las fisuras del ideal familiar; que habla de deseo, poder y artificio.