Este jueves se estrena en cines la película dirigida por Jake Scheier que inaugura una nueva franquicia del Universo Marvel.
Todo empieza con una caída. Yelena, sola en la cima de un rascacielos, reflexiona sobre el dolor que arrastra y salta al vacío. Pero no muere. Un paracaídas corta el descenso y la devuelve a tierra firme. El gesto, que podría leerse como una broma típica del universo Marvel, en realidad funciona como una metáfora del film: hay heridas que no se curan, pero se sobrellevan; hay caídas que no terminan en impacto, aunque el vértigo persista.
Yelena ahora trabaja para el Grupo Oexe, una organización liderada por Valentina De Fontaine , que realiza experimentos con humanos bajo el pretexto de proteger el planeta. Pero cuando la justicia comienza a acorralarla, Valentina decide borrar todo rastro: convoca a Yelena, Red Guardian, U.S. Agent, Ghost, Taskmaster y un joven enigmático llamado Bob para una misión en un cañón remoto. Lo que parece una operación encubierta más, pronto se revela como una trampa mortal. El objetivo: eliminar toda prueba, incluidos ellos.

A nivel coral, Thunderbolts recupera figuras ya conocidas del MCU, pero les da un nuevo espesor dramático. Florence Pugh lidera con soltura como Yelena, combinando el carisma y el dolor con una naturalidad apabullante. A su alrededor, el resto del equipo cumple con su función, pero pocos logran destacarse como ella. Red Guardian, interpretado por David Harbour, suma ironía y torpeza con carisma de sobra; John Walker (Wyatt Russell) y Ghost (Hannah John-Kamen) mantienen sus dilemas a cuestas; Taskmaster (Olga Kurylenko) aporta fuerza y silencio. Bucky Barnes (Sebastian Stan) aparece más contenido, con un aire sombrío. Pero quien realmente llama la atención es Bob, el misterioso Sentry encarnado por Lewis Pullman, un personaje atrapado en un conflicto interno devastador, como si conviviera con dos almas en constante batalla. Y detrás de todos ellos, moviendo los hilos desde las sombras, está Valentina Allegra de Fontaine, con la elegancia que le imprime Julia Louis-Dreyfus.
Thunderbolts se sostiene sobre una premisa clásica de Marvel –un equipo de antihéroes forzado a colaborar– pero introduce matices oscuros, introspectivos. La película navega entre géneros: hay acción, humor y un extraño tono melancólico que la distingue. En algunos momentos evoca a Inception, cuando los personajes deben explorar los niveles más profundos del inconsciente para enfrentarse a sí mismos. En otros, recuerda a It, cuando el terror adopta la forma de los traumas que habitan dentro de cada uno.
David Harbour se roba varias escenas como Red Guardian, aportando el desparpajo y el sarcasmo necesarios para aligerar la tensión. Pero la verdadera fuerza gravitacional del film es Florence Pugh. Más allá del cinismo y la ferocidad de su Yelena, hay una entrega emocional que conmueve. Pugh actúa con el cuerpo entero, encarna las contradicciones de una mujer que no busca redención, pero tampoco quiere seguir escapando.
Thunderbolts no reinventa la fórmula Marvel, pero la tuerce lo suficiente como para generar interés. Más oscura, más psicológica, más ambigua. Una película sobre los escombros que dejamos detrás, y sobre el miedo a no poder volver a levantarnos del todo.
- Nota: Luego de los títulos hay dos escenas post-créditos: una en tono humorístico y otra que anuncia lo que está por venir en el MCU.