La Chancha de Franco Verdoia.

Nuestra puntuación

Nominada al Cóndor de Plata y seleccionada en el Festival Internacional de Cine de las Alturas de Jujuy, la película protagonizada por Esteban Meloni y Gabriel Goity

Esteban Meloni protagoniza el duro relato sobre un proceso de sanación por abuso infantil

Roman Polanski jugaba con las revelaciones tardías y la imposibilidad del olvido en La Muerte y la doncella, cuando Paulina Escobar (el personaje de Sigourney Weaver) se enfrentaba de casualidad con su torturador durante la dictadura en un país imaginario. Ese suspenso propio del cine del director polaco se ve reflejado en elementos comunes como el sudor, el silencio, las miradas fulminantes y esquivas, sumado a la imposibilidad del olvido. Lo mismo se hace presente en La Chancha, un sorprendente film que sostiene una buena dosis de alto voltaje hasta último momento.

Todo comienza cuando Pablo (Esteban Meloni), en plan de tomarse unas vacaciones familiares, vuelve de Brasil a su pueblo natal en La Cumbre, Córdoba. Acompañado por su esposa Raquel y Joao, el hijo de ella con una pareja anterior, recorren posadas cordobesas en búsqueda de hospedaje hasta que encuentran una en medio de un bosque. El niño recorre en soledad las instalaciones del predio mientras ellos se toman un breve descanso después del largo viaje. Allí conocerá a Míguel (Gabriel Goity), quien se encuentra en compañía de su esposa Alicia (Gladys Florimonti) y su pequeño bulldog francés. Cuando Pablo sale a la búsqueda del pequeño, lo encuentra interactuando con ellos pero al encontrarse con Miguel un trauma del pasado se despierta.

Ambos eran vecinos del pueblo de Las Varillas, pero se niegan a ahondar en detalles sobre como era su vida allí. En Pablo se nota una mirada de bronca y resentimientos hacia Miguel, que hace todo lo posible evitar  hacer contacto visual con él. El desequilibrio emocional por ese reencuentro empieza a hacer mella en Pablo, que empieza a sufrir una regresión psicológica. Comenzará a orinarse en la cama, a tener ataques de pánicos que lo obligarán a tener que enfrentarse con ese traumático recuerdo.

El director logra reconstruir un relato tenso, incómodo por momentos. Como un proceso de sanación de una herida del pasado, el film recorre todos los estados emocionales de la víctima de un hecho del pasado y volver a enfrentarse con quien fue el victimario. La construcción de Miguel como un personaje desagradable, interpretado por Gabriel Goity, hace sentir el profundo malestar en que se encuentra sometido Pablo. Esteban Meloni se luce en su composición, otorgándole al personaje un sinfín de matices en ese recorrido de intentar cerrar una herida que se reabre, de ese fantasma que parecía haberse esfumado, pero que aparece en un momento inesperado.

La metáfora de la chancha como ser que vive en la mugre funciona para representar las sensaciones de Pablo con el hecho del cual fue víctima, por fuera de ser el lugar donde sucedió. Volverá a aparecer en el momento que trate de tomar revancha y trate de lanzar al bulldog francés de Miguel a los chanchos de la granja que se encuentra en la hostería, como simbolismo de estado de vulnerabilidad en que se encontró Pablo cuando fue niño y fue víctima de Miguel, pero también como una muestra de las relaciones de poder.

La Chancha es un drama psicológico trabajado con mucha inteligencia a partir de un secreto que no se revelará hasta el final. La atmósfera asfixiante nos mete de lleno en las tinieblas de una víctima y nos mantiene en tensión, con una historia llena de contenidos y reflexión sobre las consecuencias de la tortura física, psicológica y el abuso infantil.

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