En la platafoma streaming Netflix llegó la miniserie documental de cuatro capítulos que relata la historia del resonante asesinato de María Marta García Belsunce en un barrio privado de Pilar.
¿Qué se puede decir del caso sin caer en relatos repetidos? ¿Cuánto nuevo se pude aportar a un tema que llenó horas de los grandes medios de comunicación durante años? ¿Se puede decir algo nuevo? ¿Se puede sacar una conclusión? ¿Se podrá saber la verdad sobre lo sucedido ese 27 de octubre de 2002 en el Barrio Privado Carmel de Pilar? Parece que las dudas siguen y seguirán, encima ahora el tema vuelve a esta en la agenda de los medios, pero no solo por la aparición de esta atrapante miniserie, sino por que estamos pronto al comienzo de un nuevo juicio en relación al caso (el tercero), esta vez a Nicolás Pachelo, acusado de ser el autor material del aberrante asesinato.
Pero no vamos a hablar del caso, uno no es juez ni hace periodismo policial, ni tampoco hizo una investigación sobre el tema, por fuera de lo que aparece en los medios. Se pueda tener una opinión, la misma seguramente cargada de subjetividad y, sobre todo, pueda haber sido víctima de la manipulación de los medios. Por que la miniserie gira en torno al caso Belsunce, pero desnuda las operaciones de los medios de comunicación y como se construyó la opinión pública. Esto no quiere decir que busca lavar la imagen de la familia, pero si pone más dudas que certezas en relación a lo sucedido esa lluviosa tarde del domingo de 2002.
El documental se divide en cuatro capítulos, el primero pone el ojo en la familia, deja que cada uno de los involucrados dé su versión de los hechos. Así veremos desfilar a Carlos Carrascosa, esposo de María Marta, les hermanes, Irene Hurtig y Horacio García Belsunce, y John Hurtig, hermanastro. Esta primer cuarto de la serie arroja un relato sólido por parte de los imputados familiares. Hay credibilidad, parece conciso y lo sucedido esa tarde parece simplemente ser un «descuido». Pero todo cambia a partir del segundo capítulo, las dudas de una amiga sobre si fue un accidente y la intervención del Fiscal Molina Pico hará que salga a la luz el crimen. A partir de ahí todo lo conocido, el desfile de la familia por los medios, un tercer capítulo centrado en el juicio que condenó a Carrascosa por encubrimiento pero que más tarde fue rectificado por casación a culpable del homicidio. El cuarto se centrará en el segundo juicio, pero sobre todo en mostrar como los medios de comunicación formaron la opinión pública e hicieron del crimen un producto para llenar horas de televisión, tapas de diario y todo tipo de debates.
El documental está plagado de momentos inéditos como imágenes del juicio. Se complementa con la palabra de periodistas especializado en el tema, como Pablo Duggan (escribió el libro Perdón María Marta: Una investigación sobre el Caso García Belsunce), peritos que intervinieron en el caso, el fiscal Molina Pico y, por supuesto, los familiares sospechados. Todo un resumen brillantemente narrado y atrapante desde el principio hasta el final. Pero es a la hora de analizar el tratamiento de los medios de comunicación donde aparece lo más interesante de la miniserie.
El Caso Belsunce es el ámbito perfecto de investigación para analizar las diferentes teorías de la comunicación en lo relacionado con la «opinión pública». Combinando material de archivo de los noticieros, tapas de diarios y opiniones periodísticas en distintos medios, sumado a movileros preguntando a gente en la calle sobre el crimen. refleja como dice Habermas (1989) al escribir sobre la radio y la televisión (también habría que nombrar a los medios gráficos), que “hoy la conversación misma es administrada”. Esta vez debate crítico entre ciudadanos es reemplazado por un debate montado en un escenario que se realiza en nombre del Caso Belsunce.
Pero no solo se basa en la seriedad del análisis de las teorías de la comunicación. El documental también tiene momentos que rozan lo bizarro y resultan entretenidos. Al fin y al cabo, está en una plataforma cuyos contenidos audiovisuales, en su mayoría, tienen como premisa principal entretener más que llamar a la reflexión. Careos que rozan lo absurdo, como el de Pichy Taylor e Inés Ongay, amigas de María Marta; testimonios que reflejan el accionar poco profesional de los médicos que concurrieron al lugar ese mismo día y situaciones graciosas dentro dentro del juicio como el pequeño inconveniente con el aire acondicionado que funciona para descomprimir un poco.
El documental también desnuda y hace visible los privilegios de clase que se viven en Argentina en relación con la justicia. Incluso deja dando vuelta la idea de que Molina Pico fue víctima de intentar romper con ese discurso (El juicio cierra con la frase: «No permitan que se siga diciendo que en la Argentina el rigor penal solo se aplica con los humildes»).
Carmel: ¿Quién Mató a María Marta? `pone en evidencia la manipulación de la opinión pública por parte de los medios y de los familiares de María Marta. Desnuda la construcción de los relatos y el uso del campo de la confusión al servicio de la búsqueda de impunidad. Un caso atrapante narrado de manera impecable, que deja más dudas que certezas en relación al asesinato pero que garantiza que el show siga en los medios, potenciado por innegable poder de fuego de las redes sociales en la actualidad.