Este jueves se estrena en cines la nueva película del director británico, responsable de películas como Ex-Machine, Anihilation, Men y la serie Devs.
En un futuro no tan lejano, en un Estados Unidos desgarrado por la guerra civil. Las Fuerzas del Oeste de Texas y California y la Alianza de Florida avanzan hacia Washington, D.C., mientras el presidente lucha por mantener el control con las pocas tropas que le quedan. En medio de este caos, cuatro fotoperiodistas emprenden un peligroso viaje desde Nueva York hasta D.C., atravesando escenarios desoladores y enfrentándose a situaciones hiperviolentas.
De manera directa y sin mucho preámbulo, Alex Garland nos sumerge en lo que podría ser una caótica mirada de un pronto futuro en EEUU. Un presidente que da un mensaje hablando de las fuerzas de Dios y pronunciando discursos grandilocuentes, donde cada acto realizado es denominado como «el más grande de la humanidad» (cualquier similitud con nuestro país, es pura coincidencia). Pero nada más, con una narrativa cruda y sin concesiones, Garland evita cualquier simplificación demagógica, creando una experiencia cinematográfica contradictoria e incómoda, pero valiosa en estos tiempos de cine dominado por la corrección política.
Un elenco diverso y talentoso, encabezado por Kirsten Dunst (la fotógrafa de guerra experimentada en el rubro), Wagner Moura (el periodista y chofer que busca la noticia bomba), y Cailee Spaeny (la novata e inexperta, admiradora), dan vida a personajes complejos y convincentes. A ellos se suma el veterano Stephen McKinley Henderson aportando una presencia patriarcal y mentor en el grupo,. Además, la inclusión de Jesse Plemons como un siniestro militar, en la escena más incómoda y tensa que hayamos visto ultimamente.
De esta forma, Guerra Civil se convierte en el film más maduro del director británico. Alex logra un film con un discurso político y social, que explora los límites del periodismo, la deshumanización y sus desvastadoreas consecuencias. Emerge como una obra maestra que cautiva de manera contundente. Se entrelazan la tensión y la acción con el profundo desarrollo del personaje del reportero de guerra, brindando una experiencia cinematográfica que perdura en la memoria. Sin recurrir a una tesis excesivamente complicada o detallada, Garland logra crear una atmósfera tanto envolvente como asfixiante, que nos invita a seguir mirando mientras sentimos el impulso de escapar.