Luego de su proyección en el Festival de Cine de Mar del Plata, se estrena en cines la nueva película del director de El Espanto de 2017.
Justina, una mujer que dedicó su vida al servicio como empleada doméstica, se ve catapultada desde la rutina de los quehaceres diarios a una nueva realidad. La herencia de su antigua empleadora, una majestuosa mansión en las vastas pampas argentinas, se convierte en el escenario de un cuento moderno de hadas. Sin embargo, la única condición para conservar esta imponente propiedad es que nunca debe ser vendida. Justina y su hija Alexia se enfrentan a los desafíos de mantener viva la promesa hecha.
En medio de las pampas, rodeadas por vacas, corderitos y lechones, las protagonistas de este docu-ficción experimentan una realidad que dista mucho del bullicio de la sociedad moderna. La mansión, que en apariencia es una bendición, se revela como un karma que desafía la fortaleza de madre e hija. Aisladas del ruido y enfrentando una soledad que parece interminable, Justina y Alexia viven su propio ASPO, con sueños postergados y una casa que se asemeja más a una carga que a un refugio, encuentran consuelo y fuerza en la conexión única que comparten en dos o tres espacios de la enorme residencia. Allí, su historia es una prueba de que no es necesario tener un palacio para encontrar la felicidad, sino un vínculo amable y cómplice para enfrentar las adversidades de la vida.
A pesar de la distancia que separa sus sueños, Justina se aferra a un amor que promete visitarla y Alexia encuentra refugio en un taller que la ayudará a cumplir su sueño de ser corredora de autos. Sin embargo, la realización de estos anhelos se percibe lejana, y la única conexión tangible es a través de video llamadas esporádicas o enfrentándose a un simulador de fórmula uno. De esta manera, se erige como una película que transcurre entre los contrastes de la realidad y los sueños. La mansión, testigo silencioso de la vida de Justina y Alexia, se convierte en un símbolo de la dualidad entre la carga y el refugio. En medio de soledad del campo, la historia de estas dos mujeres revela la complejidad de los anhelos postergados, las promesas rotas y la lucha contra la soledad.
A través de vajillas viejas, fotos desgastadas y la persistencia de la naturaleza, El Castillo captura la esencia de la vida rural, donde los desafíos son tan vastos como el horizonte que se extiende ante ellas. Por eso que no es simplemente una historia de supervivencia, sino un retrato conmovedor de la fortaleza que surge del vínculo entre madre e hija, incluso cuando los sueños parecen lejanos, donde aún en sus momentos más oscuros, la película nos recuerda que, al final, la verdadera riqueza reside en la conexión humana, más allá de las paredes descascaradas de un castillo o los sueños que aún no se han cumplido.