[Crítica] Vidas Pasadas de Celine Song

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Este jueves se estrena en cines argentinos la ópera prima coreana nominada al Óscar como Mejor Película y Mejor Guion Original

El amor, un tema omnipresente que resuena en nuestras vidas a través de películas, series, música y diversas formas de arte. Un sentimiento intrínseco a la naturaleza humana, expresado de maneras diversas. Un tipo particular de amor, el que sentimos por alguien que se convierte en nuestra pareja de vida o por un tiempo definido, a menudo se describe como encontrar a la persona ‘indicada’.

Celine Song debuta explorando estas ideas en Vidas Pasadas, un sensible retrato de dos personas lidiando con la incertidumbre de si lo que sienten es algo duradero o simplemente un sentimiento arraigado en un momento y lugar específicos que ya no encaja en el presente. La trama explora cómo estas emociones del pasado persisten, convirtiéndose en una conmovedora narrativa que cautiva desde el principio hasta un clímax emotivo.

Nora (Greta Lee) y Hae Sung (Teo Yoo), antiguos novios de la infancia en Seúl, se reconectan después de 12 años a través de redes sociales. La película sigue su adictiva reconexión mientras Nora, ahora en Nueva York, persigue su sueño de ser dramaturga y Hae Sung contempla mudarse a China. El filme aborda su complicada relación, marcada por una interrupción en la universidad y un posterior reencuentro cuando Hae Sung visita a Nora, ahora casada con Arthur (John Magaro).

A medida que Nora y Hae Sung se enfrentan a sus propias ambiciones y distancias culturales, la película destaca la complejidad de las relaciones y la incertidumbre que rodea al amor. La directora juega con la idea de si están destinados el uno para el otro o si su conexión pertenece al pasado. Sin embargo, Nora, a pesar de sus éxitos profesionales, se da cuenta de que vivir en la nostalgia puede ser peligroso, y sus ambiciones personales podrían superar sus sentimientos románticos.

Vidas Pasadas revela la divergencia entre las expectativas y la realidad. Nora ha inmigrado dos veces, recordando constantemente su origen coreano. Hae Sung, por otro lado, lucha por encontrar una vida fuera de Corea, enfrentándose a desafíos identitarios y de pertenencia. Se convierte así, en un estudio de decisiones y arrepentimientos, explorando el impacto duradero de elecciones aparentemente acertadas, que termina dando como resultado final un film que va más allá de ser simplemente una historia de amor o un triángulo amoroso, con una narrativa rica en temas de inmigración, identidad y las complejidades de las decisiones.

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