Del creador de Sex and The City, se estrenó en Netflix la serie que retrata las aventuras de una joven norteamericana en Paris.
La red social de moda es Instagram, un lugar donde uno se puede quedar un rato largo mirando fotos, dándoles like a alguna que otra publicación o pasando miles y miles de stories que suben los usuarios, sin profundizar mucho en los contenidos. Se dice que IG es todo felicidad, es la más amigable de todas, un lugar donde todo es visual. No hay espacio para la lectura y son muy específicos los usuarios que utilizan la red como herramienta de información o de opinión. Todo transcurre de manera fugaz y los contenidos tienen que ser rápidos y concisos, sin espacio para extenderse mucho en la explicación o la reflexión. Así pasamos horas y horas mirando feed e stories, sin detenernos un segundo en lo detalles o en los discursos que surgen a partir de lo que estamos viendo. Lo mismo pasa con Emily en Paris, la nueva serie de Netflix, un producto más visual que reflexivo, pero entretenido; consumible de manera vertiginosa.
¿De que trata Emily en Paris? Es la historia de una joven de Chicago que debe ir a trabajar a Paris para la empresa de marketing a la que pertenece. Debe dejar atrás un novio con el que está por comprometerse pero que luego se va a sumar a su experiencia laboral en la ciudad de las luces. Emily crea un IG al que denomina «Emilyinparis», el cual tiene pocos seguidores. Al llegar a ciudad de la luces e ir posteando fotos del lugar, los seguidores de la cuenta se irán incrementando pero no todo será fácil y amigable se ve en IG. Emily deberá chocar contra las diferencias culturales, una jefa que la rechaza (Philippine Leroy-Beaulieu), nuevas amistades y su vida amorosa.
Diez capítulos de solo 30 minutos bastan para mostrar las peripecias de Emily en Paris. Pero la pregunta es: ¿Alcanzan 300 minutos para mostrar la adaptación de una persona a un entorno laboral y cultural nuevo?. No, sería imposible, pero en la era de Instagram todo se puede. Por que, como dijimos anteriormente, en Emily in Paris, todo es fugaz, como la red social. El perfil creado por la protagonista crecerá de una manera estrepitosa una vez que ella comience a poner los hastag exactos para que la difusión de sus contenidos sean lo más masivo posible. De la misma manera se construirá el relato. Una relación de tres años con su novio en Chicago se romperá cuando él decida no viajar a Paris. Si, un diálogo de dos minutos puso fin a una relación de años porque la era de IG es así.
Lo mismo pasará con el trabajo, ella legará, ocupará su lugar y rápidamente comenzará a ocupar espacios. A la que no le gustará nada ese torbellino de ideas innovadoras que es Emily, es a su jefa, una especie de Amanda en El Diablo Viste a La Moda, pero no por sus aires de superioridad, sino por sentir que Emily es una amenaza para su entorno laboral, aunque poco se irá dando cuenta de que no es así.
La adaptación a la idiosincrasia parisina no será sencilla pero contará con la ayuda de MIndy (Ashley Park), una joven china que renunció a la fortuna y a los mandatos familiares para ser libre en Paris trabajando de niñera. Su otra conexión con el mundo parisino será Gabriel (Lucas Bravo), un vecino chef que poco a poco se irá transformando el objeto de deseo amoroso de Emily y la historia de amor sobre la que girarála historia. En el entorno laboral las costumbres también son distintas, por eso Emily deberá cambiar el lei motiv norteamericano de «vivir para trabajar» por el de «trabajar para vivir». El apoyo de dos compañeros muy particulares, (lo mejor de la serie) Luc (Bruno Gouery) y Julien (Samuel Arnold) será fundamental, sobre todo para saber chismerios del trabao y mejorar la relación con su jefa.
La serie divaga entre una fotografía excelsa de Paris, con sus clásicas callecitas y cafes, pasadas por un filtro de Instagram, muchas veces en cámara rápida (el concepto de fugacidad siempre está presente). En combinación con una banda sonora llena de canciones francesas alegres, desde clásicos como La Vie en Rose de Edith Piaf, hasta modernos como Sia, y canciones independientes de la talla del grupo pop Husbands ‘Dream.
Igualmente, lo más interesante y atractivo de la serie es Emily, interpretada por una Lily Collins (el dato de color es que es la hija de Phil Collins). Así, como Instagram significa perder el tiempo viendo imágenes bonitas, la actriz aprovecha la estética fashion para hacer un despliegue de vestidos y atuendos de los más variados modelos. Los detractores dirán que es una imitación de Audrey Hepburn, que no le llega ni a los talones, otros la defenderemos porque al verla enseguida se nos vino el recuerdo de uno de los íconos de Hollywood, protagonista de Sabrina y Desayuno en Tiffanys. Pero no solo lo estético es el fuerte Lily Collins. La actriz le aporta frescura a un personaje creíble que se desenvuelve con naturalidad y complejidad, buscando siempre ser amigable (¿cómo quién? ¡Si! Cómo Instagram), dentro de un contexto cultural completamente distinto al que estaba acostumbrado a desenvolverse.
Emily in Paris es una fotografía filtrada de IG, un producto de consumo fugaz y rápida de digerir. En ella se plantearán cuestiones distintas miradas sobre el feminismo, (¿Sexi o Sexista? es el mejor capítulo), sobre el sexo y la manera de vivirlo, el uso de las redes sociales, el marketing y sobre las diferencias culturales de un país y otro. Con la aclaración de que todos esos temas son tratado dentro de una estética chic y cool, sin dramatismo, ni con intenciones de reflexionar sobre los distintos tópicos que aborda, porque, por sobre todas las cosas, estamos ante una comedia digna de la era de Instagram.