Karate Kid: Leyendas, el legado en movimiento

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Este jueves se estrena el sexto largometraje de la franquicia creada a mediados de los años 80´.

La nueva Karate Kid retoma el pulso de la saga con una mezcla de clasicismo y aire renovado. Esta vez el centro no está solo en el regreso de Daniel LaRusso (Ralph Macchio) o en la participación de Jackie Chan como el sabio Sr. Han. Lo interesante está en el punto de cruce: dos estilos marciales —el karate de origen japonés y el kung-fu, de tradición china— se entrelazan no como oponentes, sino como aliados en la formación del joven Li Fong (Ben Wang), un chico que arriba a Nueva York con más mandatos que certezas.

Detrás del relato de autodescubrimiento y redención, hay algo más que puños y patadas. Esta entrega pone en juego el cruce cultural como metáfora de una época donde las fronteras se diluyen y el aprendizaje surge del encuentro entre tradiciones. La frase “dos ramas, un árbol” no es solo un eslogan: condensa una filosofía que va más allá del combate, proponiendo que la verdadera fuerza nace del equilibrio entre lo que uno hereda y lo que decide construir.

La trama no arriesga demasiado: hay un rival matón (Aramis Knight), una historia de amor juvenil (Sadie Stanley), un mentor caído en desgracia (Joshua Jackson, dueño de una pizzería con deudas y pasado combativo) y el eterno camino del héroe, con entrenamientos exigentes y pruebas morales. Pero lo que podría sentirse previsible, funciona como gesto deliberado. Karate Kid: Leyendas no pretende ser rupturista; apuesta a emocionar desde la nobleza de lo clásico, con guiños para los nostálgicos —incluso reaparece Johnny Lawrence (William Zabka)— y una mirada tierna e inocente hacia el crecimiento personal.

Lejos del cinismo o la ironía, esta nueva entrega se para con humildad en el legado de la franquicia y lo honra sin disfraz. No intenta parecer más de lo que es, y en esa honestidad encuentra su mejor golpe. Porque al final, no importa cuántas veces cambien los estilos: el espíritu del Karate Kid sigue firme, como un bonsái que crece lento pero con raíces profundas.

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