Luego de su exitoso paso por cines, se sumó al catálogo de MUBI la película de Coralie Fargeat, protagonizada por Demi Moore y Margaret Qualley.
Algunas películas destacan no solo por lo que cuentan, sino por cómo lo cuentan, y la nueva película de la directora de Revenge de 2017, es un claro ejemplo de ello. En este visceral relato de horror corporal, Demi Moore interpreta a Elisabeth Sparkle, una actriz ganadora de un Oscar que, a sus 50 años (Moore tiene 61), aún mantiene cierta popularidad gracias a su show de fitness televisivo. Sin embargo, en una industria que solo parece valorar la juventud, Elisabeth es considerada vieja por Harvey (Dennis Quaid), el despiadado ejecutivo de la cadena, que busca reemplazarla con una versión más joven para atraer a nuevas audiencias.
La vida de Elisabeth da un giro drástico tras sobrevivir milagrosamente a un brutal accidente automovilístico. En medio de la angustia y desesperación por su inevitable envejecimiento, recibe una propuesta enigmática: La Sustancia, una fórmula que promete rejuvenecerla, pero a un costo. La condición es que deberá alternar entre dos versiones de sí misma: una semana será la rejuvenecida Sue (interpretada por Margaret Qualley) y la siguiente, volverá a ser Elisabeth.

Mientras Sue, con su cuerpo perfecto, rápidamente se convierte en la nueva estrella del programa Pump It Up, Elisabeth queda atrapada en una espiral depresiva. Sin embargo, el caos aumenta cuando Sue, en su desenfrenada carrera hacia el estrellato, olvida cumplir con el ciclo de 7 días, lo que deja a Elisabeth con horribles secuelas físicas que empiezan por una deformación menor y pronto se convierten en algo mucho más monstruoso. Esta transformación, que trae consigo grotescas mutaciones y metamorfosis, desata una espiral de horror y decadencia física, donde no solo se destacan las actuaciones de Demi Moore y Margaret Qualley, sino que elevan el nivel de este caos a alturas difíciles de igualar.
La Sustancia se convierte en una inquietante parábola sobre la misoginia y la cosificación del cuerpo, con una energía extraña y disfuncional de los angustiantes viajes por la autodestrucción de Darren Aronofsky. Pero también se inspira en elementos del cine de David Cronenberg, mezclando lo grotesco con lo erótico, con encuadres que parecen salidos de films de Stanley Kubrick. A través de esta fusión de estilos, se atreve a reinterpretar el mito de El retrato de Dorian Gray, actualizando su mensaje para explorar la obsesión contemporánea con la juventud, la belleza y el poder que estas ejercen sobre la sociedad.