Lazos de Familia de Ken Loach.

Nuestra puntuación

Llega a los cines argentinos la última película del aclamado director británico de El viento que acaricia el prado y Yo, Daniel Blake.

Ken Loach vuelve a meternos en la realidad de la clase obrera británica.

A los 85 años Ken Loach sigue demostrando entender el mundo laboral actual y las dificultades de la clase obrera como ningún director. Es sabido su activismo y la impronta combativa que le imprime a cada una de sus películas, desde Poor Cow, su primer film de 1967 hasta Yo, Daniel Blake de 2017, por la que ganó la Palma de Oro En Cannes, siempre reflejó eficazmente las injusticias a la que es sometida proletariado dentro del mundo capitalista. En su última película nos daba un manto de realidad sobre las dificultades de un hombre mayor desocupado con las nuevas tecnologías y las complejidades del mercado laboral actual, ahora se mete en los problemas de la precarización laboral y la falsa idea de la independencia dentro de los sistemas de repartos a domicilio.

Esta vez sigue a Ricky (Kris Hitchen), un ex trabajador de la construcción de Newcastle desocupado que no solo perdió su empleo, sino la oportunidad de obtener una hipoteca después de la crisis económica de 2008. Ahora está alquilando un pequeño departamento junto a su esposa Abbie (Debbie Honeywood), una enfermera y cuidadora a domicilio de una agencia. La mujer debe visitar a personas discapacitadas, ancianas y vulnerables todos los días para poder conseguir un buen salario. Una carga de trabajo que a lo largo de los años no le ha dejado tiempo para estar con sus dos hijos, Seb (Rhys Stone), un adolescente con talento artístico pero con problemas con la autoridad, y la pequeña, Liza Jane (Katie Proctor).

La economía familiar parece tener una esperanza de recuperarse cuando un amigo de Ricky lo convence para que se suba a lo que parece ser una nueva fuente de ingresos: conducir una camioneta para una gran empresa de entregas a domicilio. Para no tener que alquilar la camioneta que le ofrece la empresa y obtener más ganancias, Ricky persuade a Abbie para que venda el auto que necesita para su trabajo para poder comprar su propio vehículo que será su ruta para salir de la crisis financiera. Así, será «incorporado», (siniestro término usado por empresa para evitar hablar de contrato laboral), pero lo que parecía ser sueño de la prosperidad se transforma en una pesadilla cuando los usuales problemas familiares lo pongan a Ricky en jaque por la demanda y la presión del sistema laboral en el que está inmerso.

Ken Loach es directo a la hora de mostrar a una familia desestructurada que intenta salir adelante en un mundo capitalista que solo los maltrata y les pone trabas. Aunque se le pueda criticar cierto maniqueismo en los minutos finales que le aportan demasiado dramatismo, la mirada sobre los falsos autónomos, sobre un modelo que tritura el tiempo y las alegrías de los de abajo, siempre corriendo de atrás hacía una prosperidad económica que no llega nunca, convierte a la película en una subrayada muestra sobre el capitalismo deshumanizador.

El film deja entrever demasiadas injusticias de nuestra sociedad: un jefe que presiona, maltrata y no tiene contemplación a la hora de aplicar sanciones económicas a sus precarizados empleados; adultos mayores abandonados por sus hijos e hijos que sufren por la ausencia de sus padres; trabajadores con exclavizantes jornadas labolales de 14 horas, engañados por un falso sistema de independencia y libertad laboral que los lleva a no poder atender problemas familiares ni tener un momentos para compartir con ellos. Todo eso forma parte de Lazos de Familia, una triste y desgarradora mirada de un mundo laboral que algunos nos quieren vender como ideal, pero muy lejos está de serlo.

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