[Crítica] Secreto de un escándalo de Todd Haynes

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Este jueves se estrena en cines la película protagonizada por Natalie Portman y Julianne Moore.

Todd Haynes, conocido por sus películas conceptuales como Velvet Goldmine o I’m Not There, ahora se aleja de ese estilo para explorar un cine más clásico en su desarrollo maduro, más cercano a Carol, su producción de 2015, protagonizada por Cate Blanchett y Rooney Mara. En esta etapa, evita lo convencional al adentrarse en una intrigante narrativa con un psicodrama metaficcional.

El filme está construido sobre una historia de fondo que se cocina a juego lento donde Natalie Portman interpreta a Elizabeth, una actriz conocida por sus papeles televisivos que llega a Savannah, Georgia, para investigar para su próximo papel, una película sobre Gracie Atherton-Yoo (Julianne Moore), una mujer que se hizo famosa a nivel nacional, después de ser arrestada por tener una relación con un niño de 13 años. La relación duró y la pareja ahora está casada, tienen hijos en edad universitaria; la vida de la pareja se mueve entre la vida doméstica de Gracie y el trabajo en el hospital de Joe Yoo (Charles Melton), quien ahora de 36 años, parece feliz y equilibrado. Al menos, es una representación muy presentable de una vida elegante, y Gracie (serena, sonriente, pero evidentemente frágil) está claramente decidida a que siga siendo así, pero esa vida que quiere seguir teniendo se puede ver afectada con la llegada de Elizabeth.

El filme presenta un astuto juego de estilos, respaldado por las actuaciónes de Portman y la musa de Haynes, Julianne Moore, pero sobre todo con la verdadera revelación del filme, el joven Charles Melton. Porque la película no se limita a ser una obra de investigación mecánica, sino que Haynes teje un juego del gato y el ratón, donde vemos las complejidades emocionales de los personajes, especialmente el de Melton, el esposo de Moore, el más interesante y atractivo. Haynes explora la problemática relación, destacando la negación a largo plazo de la pareja, abordando superficialmente temas como la explotación y la pérdida de la inocencia, sin profundizar en las reacciones de la sociedad ante la violación de un niño por parte de una mujer adulta.

De esta manera, Secretos de un escándalo se nutre de los clásicos clichés de las películas sobre romances prohibidos, apoyándose principalmente en el uso de la partitura de Michel Legrand que contribuye a crear la atmósfera de melodrama, sin temor a caer en ridículo y con una admirable apuesta estilística del director; llevando al espectador a cuestionar la magnitud de la película que se está gestando y si es impulsada por el morbo hacia la historia entrelazada.

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