Dentro de la Competencia Argentina del 39° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, se proyectó la antología de terror de Luca Castello, Fabián Forte y Nicanor Loreti.
Cuatro historias, cuatro perspectivas sobre un mismo momento: el apocalipsis zombie. Esta antología argentina, dirigida por tres referentes del terror nacional, presenta un despliegue de creatividad, humor negro y riesgo narrativo.
La primera historia, Asesinato en la escena del crimen, dirigida por Nicanor Loreti, pone en el centro a Muriel Sosa (Paula Manzone), una oficial de policía atrapada en una encrucijada moral y en una carrera contra el tiempo. Tras asesinar a un inocente, la agente debe manipular la escena del crimen antes de que lleguen los refuerzos que ella misma solicitó. Lo que ya es una situación desesperante se descontrola cuando irrumpe el apocalipsis zombie. Loreti combina el ritmo frenético con el suspenso, entregando una experiencia cargada de tensión.
El segundo segmento, Ratas, a cargo de Fabián Forte, apuesta por el humor y lo absurdo. Una familia, compuesta por una anciana, su hija y su yerno, discute acaloradamente en plena madrugada sobre cómo lidiar con lo que creen es una rata en su casa. Lo que comienza como una situación doméstica delirante da un giro brutal con la irrupción del contagio zombie. Destaca la actuación de Demian Salomón como un cuarentón agotado por las excentricidades de su suegra, en un capítulo repleto de momentos hilarantes e inesperados.
En el tercer corto, Rubí, codirigido por Loreti, Forte y Castello, Lucas Castello adopta un enfoque más experimental. A través del formato de found footage, seguimos a una mujer embarazada (interpretada con gran sensibilidad por Lorena Vega) que utiliza una vieja cámara de VHS para dejar un registro del contexto apocalíptico en el que dará a luz. Mientras ella documenta este sombrío panorama, su esposo (Ezequiel Rodriguez) lucha por conseguir provisiones y mantener a su familia a salvo. Este segmento, breve pero poderoso, sobresale por su emotividad y la atmósfera de desesperanza que logra construir.
El cierre, Rey de los condenados, a cargo de Lucas Castello, mezcla lo espiritual con lo macabro. En un intento por «exorcizar» a un zombie, un grupo de sobrevivientes se enfrenta a una manifestación de violencia desatada y ritualismo oscuro. Aquí, Demian Salomón regresa, transformado por completo en un ser monstruoso, en un final que intensifica la brutalidad y el caos.
El resultado es una antología despareja, pero eficaz. Las historias se conectan y dialogan entre sí, ofreciendo una exploración variada del género zombie, con una mezcla de suspenso, humor y experimentación que logra mantener el interés. Aunque algunos segmentos funcionan mejor que otros, el conjunto resalta por la audacia de sus realizadores, que no temen arriesgar en sus propuestas. Para los fanáticos del terror argentino, es una invitación a disfrutar de tres de sus exponentes más destacados, en un ejercicio que desafía lo convencional y reivindica el espíritu del género.