Este jueves se estrena en cines argentinos el drama romántico protagonizado por Blake Lively y Justín Baldoni.
En medio de una temporada dominada por los grandes blockbusters de superhéroes, como las cintas de Marvel, sorprende la llegada a los cines de Romper el Círculo, un drama romántico elegante protagonizado por Blake Lively. Basada en la exitosa novela de Colleen Hoover, la película se presenta como una alternativa más íntima y emocional, dirigida por Justin Baldoni.
La trama sigue a Lily Bloom (Blake Lively), una florista que, más que arreglos, crea obras de arte con flores. Su vida aparentemente perfecta contrasta con la oscura realidad de su relación con Ryle (interpretado por el propio Baldoni), un neurocirujano encantador cuya fachada esconde una complejidad inquietante. La película se adentra en la dinámica de una relación marcada por la violencia doméstica, un tema que, aunque tratado con cierto cuidado, queda atrapado entre el glamour y la superficialidad de una comedia romántica tradicional. Este contraste entre la belleza visual y el tema crudo genera una tensión que la narrativa no siempre sabe manejar.
Romper el Círculo destaca por su estética cuidadosamente construida, con escenarios deslumbrantes y personajes que parecen sacados de un cuento de hadas moderno. Sin embargo, este enfoque visual a veces choca con la gravedad del tema que aborda, diluyendo el impacto emocional que debería tener. Aunque la dirección de Baldoni es sólida y aprovecha al máximo el presupuesto limitado, creando ambientes que parecen mucho más costosos, el guion de Christy Hall no logra profundizar lo suficiente en los aspectos más oscuros de la historia.
A pesar de sus limitaciones, la película ofrece una versión más madura de las historias de abuso, evitando algunos clichés habituales y presentando una narrativa que, aunque no perfecta, logra mantenerse en pie. Romper el Círculo es, en última instancia, una obra que navega entre el escapismo de la comedia romántica y el drama social, dejando al espectador con una sensación agridulce y un mensaje que, aunque algo diluido, sigue siendo relevante.