Buenas noches: una odisea absurda por la noche porteña

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Luego de proyección en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, se estrenó en cines argentinos la nueva película de Matías Szulanski.

Matías Szulanski sigue expandiendo su universo cinematográfico con Buenas noches (2024), una nueva incursión en su estilo inconfundible, donde el humor absurdo, la aventura y el thriller se entremezclan en una Buenos Aires nocturna y llena de peligros inesperados. Con una filmografía que ya suma más de una docena de largometrajes, el director de Pendeja, payasa y gorda (2017) y Último recurso (2023) demuestra una vez más su capacidad para construir relatos que desafían las estructuras narrativas más convencionales.

En esta ocasión, la protagonista es una joven brasileña (Rebeca Rossato) que llega a Buenos Aires con la intención de quedarse en casa de su tía. Pero su viaje se complica rápidamente: pierde su equipaje, se desencuentra con su anfitriona y, para colmo, olvida su celular y cartera en un taxi. Sin otra opción, se ve obligada a pasar la noche a la intemperie, enfrentando una sucesión de encuentros insólitos con personajes que parecen sacados de un sueño febril. Desde un taxista que la invita a almorzar hasta dos hermanas obsesionadas con no pagar nada, pasando por un traficante de órganos y un mafioso empeñado en hacerse con un insólito botín de seis riñones, el relato avanza sin frenos en una espiral de situaciones cada vez más delirantes.

Con ecos de Después de hora (After Hours, 1986) de Martin Scorsese, Buenas noches construye un retrato vibrante de la ciudad, donde lo cotidiano y lo inquietante conviven en un mismo espacio. Entre bares, fiestas y calles desiertas, la protagonista se convierte en una espectadora desconcertada de una Buenos Aires tan fascinante como amenazante. Szulanski juega con la tensión entre el absurdo y el peligro, manteniendo siempre un ritmo ágil y un tono que nunca se toma demasiado en serio.

Si bien la película por momentos se interna en una zona más oscura, nunca pierde su esencia lúdica ni la capacidad de sorprender. Con una puesta en escena que oscila entre lo sórdido y lo irónico, el film reafirma a Szulanski como un director con una visión singular dentro del cine independiente argentino: un creador inquieto, dispuesto a asumir riesgos y a construir relatos que desafían lo predecible.

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