[Crítica] Cacería en Venecia de Kenneth Brannagh

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Este jueves se estrena en cines una nueva adaptación cinematográfica del director irlandés de las novelas de Agatha Christie.

Las películas de Hércules Poirot dirigidas por Kenneth Branagh, Asesinato en el Expreso de Oriente (2017) y Muerte en el Nilo (2022) no han alcanzado las expectativas que uno podría tener. No obstante, se han podido disfrutar gracias a las impresionantes locaciones, el elenco de alta calidad, los deslumbrantes trajes y la ambientación histórica, lo que hacen que sea difícil ser severos con ellas. El desafío en estas películas es que alguien debe ser asesinado para avanzar en la trama, y si se elige a la persona equivocada (es decir, alguien cuya presencia es tan carismática y esencial que su ausencia se siente), la película sufre las consecuencias.

La historia se desarrolla principalmente en una noche de Halloween de 1947 (aunque la novela de Christie original se ambientaba en una casa de campo inglesa). Poirot (interpretado por Branagh) es llamado de su retiro para ayudar a su amiga Ariadne Oliver (Tina Fey), una novelista de misterio que lo convence de asistir a una sesión espiritista dirigida por la enigmática Sra. Reynolds (Michelle Yeoh), en la casa de Rowena Drake (Kelly Reilly), una cantante de opera que trata de contactarse con su hija fallecida. Obviamente, el film cuenta con el equipo habitual de sospechosos al estilo de Christie, destacándose Olga, la ama de llaves interpretada por Camille Cottin, el Doctor Ferrier de Jamie Dorman y su brillante hijo Leopold (Jude Hill). Como era de esperar, uno de los miembros de este grupo termina muerto antes de que termine la noche, y un Poirot inusualmente sombrío debe descubrir al culpable antes de que lo engañen a él mismo.

Cacería en Venecia es la entrega más oscura en la serie de películas de Poirot de Kenneth Branagh, tanto en términos visuales (el oscuro palacio está lleno de sombras suaves y la noche es interminable) como emocionales. Un Poirot testigo de demasiada tragedia durante la guerra que Branagh retrata como un hombre exhausto y abrumado, refugiado en Venecia, sin esperanza de recuperar su espíritu para trabajar nuevamente. El elemento sobrenatural del caso no solo hacen recobrar la vitalidad de Hércules, sino de la saga, que gracias al guión de Michael Green avanza a un ritmo rápido, aunque quizás un tanto atareado, con algunas reflexiones sabias en el camino, hacen que observar a Branagh como Poirot sea un ejercicio placentero para los amantes de las películas Clue y las novelas de Agatha Christie.

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