[Crítica] Hace Mucho Que No Duermo de Agustín Godoy

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Luego de su paso por el Festival de Cine de Mar del Plata, se estrena en el Cine Gaumont en el Cine Gaumont una excéntrica y divertida ópera prima.

Una mochila de contenido desconocido, intercambiándose entre manos, primero entre amigas y luego entre rivales, recorriendo calles y medios de transporte. En apariencia, se busca evitar que caiga en manos enemigas, pero es recuperada y vuelta a perder por aquellos que luchan por el supuesto botín valioso. Este es el punto de partida, el enigma, el misterio que atraviesa los 90 minutos de «Hace mucho que no duermo».

Bajo la apariencia de un thriller vertiginoso y fluido, emerge un universo de chicas que se expresan en versos, la presencia del Tarot, el uso de guías como Filcar o T (un detalle casi obsoleto en estos días), una banda sonora que fusiona a los Redondos con Génesis, un constante vaivén entre personajes porteños e inmigrantes venezolanos, y un relato que transita desde la cancha de Nueva Chicago hasta -en el siguiente plano- la de Boca.

La utilización de las variadas y diversas locaciones de la ciudad de Buenos Aires, la fotografía de Inés Duacastella y el sentido coreográfico con el que cada escena está construida, hacen de «Hace mucho que no duermo» un viaje onírico por las calles porteñas donde todos corren por una mochila, como metáfora de un deseo que no sabemos su contenido pero que todos perseguimos. Allí se mezclan oficinistas, rockeros, tribus urbanas, extranjeros, políticos, curas, monjas, hasta empleados de seguridad. Un paisaje urbano que vemos a diario: barberías, facultades, iglesias, pantallas, plazas; entremezclado dentro del cemento de la ciudad, con personas que al fin y al cabo, lo único que buscan es amor.

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