Dogman de Luc Besson / Review

Nuestra puntuación

Llegó a la plataforma Prime Video la última película de Luc Besson, director de El Perfecto Asesino, El Quinto Elemento y Nikita, entre otras.

A fuerza de interpretar a personajes perturbados, como el psicópata hermano de Get Out! y el asesino Martin Bryant en Nitram, Caleb Landry Jones viene destacándose y obteniendo cada vez más reconocimiento dentro del mundo del cine. Esta vez protagoniza Dogman, la última película de Luc Besson, interpretando a Douglas, un intigrante personaje que se desplaza arrastrándose o en silla de ruedas, rodeado por una variada jauría de perros leales, cuyo pasado traumático conoceremos, luego de ser arrestado y cubierto de sangre en el inicio de la película.

Esta colaboración marca también el retorno de Besson y su esposa, Virginie Besson-Silla, tras las acusaciones de agresión sexual que enfrentó el director en Francia. A pesar de la controversia, Dogman se presenta como un relato que explora elementos que evoca a películas como Joker de Todd Phillips, donde seguiremos la vida de un marginado social cuyo pasado traumático se revela a través de conversaciones con una psiquiatra, interpretada por Jojo T. Gibbs.

Durante la sesión de terapia a la que es sometido durante el arresto, saldrán a la luz maltratos paterno, abandonos, un hermano fanático religioso, la conexión con el arte como canalizador de los traumas y la transformación de Douglas en un justiciero marginal, que luchará por la redistribución de la riqueza, robándole a los más ricos, y se enfrentará a las mafias urbanas que acechan a los indefensos vecinos.

El elemento fantástico se hace presente con la conexión telepático de Douglas con los perros, pero Dogman se diferencia de los aspectos caricaturescos a los que nos tiene acostumbrado Besson, adoptando un tono más íntimo y reflexivo. En ese contexto ofrece momentos notables, como la actuación de Landry Jones, sobre todo en una escena de lip sync de Edith Piaf, en uno de los puntos álgidos de la película. De esta manera, el combo de Caleb junto al notable trabajo que realizan los distintos canes entrenados que participan y la clásica experiencia de Besson detrás de cámara, dan como resultado final, una experiencia cinematográfica intrigante y emocional, lo mejor del director en los últimos años.

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