[Crítica] Duna: Parte Dos de Denis Villeneuve

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Este jueves se estrena en cines la segunda parte de la nueva adaptación literaria de la clásica novela de ciencia ficción de Frank Herbert.

La crítica recurrente hacia la primera parte de la adaptación de Denis Villeneuve de Duna se centró en su solemnidad, algo que podía hacer que el espectador no conecte, sobre todo si el visionado no era en una sala de cine, como correspondía verla para disfrutar en su real magnitud (recordemos que debido a las secuelas de la pandemia se estrenó en simultaneo en streaming y cines comerciales). Sin embargo, esta aparente frialdad se revelaba como apropiada, especialmente para la adaptación de la obra de Frank Herbert, cuyo mundo distópico está poblado por personajes calculadores y una calidez humana contenida. Dune Parte Dos marca un contrapunto notable respecto a la primera parte, desplazándose de la frialdad de las casas y la intriga política para poner en primer plano las creencias y la religión.

Situada poco después de los sucesos de la primera película, en esta segunda parte el foco principal está puesto en el auge de Paul Atreides (Timothée Chalamet) entre los fremen y la forma en que comienza a ser visto como un mesías una vez que las señales de una antigua profecía comienzan a cumplirse. Sumen la forma en que toma las riendas mientras las múltiples intrigas comienzan a fraguar en su contra, tanto de las Bene Gesserit, que siempre tienen sus planes en movimiento, como del emperador Shaddam IV y la propia casa Harkonnen, la cual tambalea ante la guerra de guerrillas que arruina su producción de la especia.

La película aprovecha todos los elementos épicos de la obra de Herbert, desde componentes ecológicos hasta temas de fe, intriga política galáctica y los pecados del pasado, siendo más sólida al plasmar la historia de la familia emboscada y engañada, así como la creación del ejército Fremen y el componente religioso. Evitando caer en la trampa de explicar todo en detalle, dejando vacíos que la audiencia puede llenar y apoyándose en una visualidad de primer nivel, para contar la historia de como se establece a Paul Atreides como Muad’Dib y profundizar en la relación romántica con Chani, además de explorar los aspectos sectarios de la sociedad Fremen.

En el plano actoral no solo se destaca la química entre Timothée Chalamet y Zendaya, también sobresale el perfil humorístico de Javier Bardem como Stilgar, el líder de la tribu Fremen, y de Rebecca Ferguson como Lady Jessica, quien tiene más tiempo en pantalla para su evolución como Reverenda Madre. La película también introduce elementos clave relacionados con la profecía del Kwisatz Haderach y sienta las bases para evitar la aniquilación de la humanidad en el cosmos. Incluyendo a Christopher Walken, como el Emperador, Florence Pugh, como su hija, y Austin Butler, como Feyd-Rautha Harkonnen, el personaje más sádico y aterrador, limpiando cualquier recuerdo de Sting con calzoncillos metálicos (de la famosa toma de David Lynch de 1984). 

Dune: Parte Dos no es simplemente una secuela, sino un complemento que concluye la adaptación de la primera novela. Al igual que la primera parte es una inmersiva experiencia cinematográfica, donde se destaca el trabajo de sonido, la música de Hans Zimmer y el trabajo fotográfico del desierto del ganador del Óscar, Greig Fraser, pero con escenas de acción más impactantes y dinámicas (la doma del gusano por parte de Paul y el asalto de la cosechadora, sobre todo). Con personajes ya delineados permite profundizar en los sentimientos de cada uno, hasta llegar a bromear sobre el fanatismo religioso y lo profético. Si bien el guión sigue los clásicos tropos del camino del héroe y puede resultar predecible, se erige como una epopeya cinematográfica que trasciende las expectativas, consolidando el legado de la obra maestra literaria en la pantalla grande.

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