Dolce Fine Giornata de Jacek Borcuch.

Nuestra puntuación

Se estrena en cines a película polaca ganadora del Premio Especial del Jurado en el Festival Sundance 2019.

La ganadora del Premio Nobel, María Linde (Krystyna Janda) es una mujer apasionada y compleja; una polaca judía que vive junto a su familia en, compuesta por un marido complaciente pero avejentado, una hija y dos nietos, en Volterra, Toscana. Entre ellos se nota un trato cómplice y vital, pero Marie necesita más y encuentra satisfacción en un affaire secreto con el joven Nazeer, dueño de un hotel de la playa cercana, con el que se encuentra seguido y ve como fusión, de tantos ratos, entre Oriente y Occidente. Un atentado terrorista en la plaza del Campo de Fiori en Roma sacude los cimientos de sus vidas. Es entonces cuando Marie se propone resistir ante la histeria social. Decidida a cambiar las cosas elige el momento apropiado para ser escuchada: la recepción de un premio local. Marie pronuncia un discurso sobre barbarie e inmigración que crea un auténtico caos y la presión social la declara persona no grata.

Pero no cede y sigue defendiendo, a como dé lugar, su libertad de expresión y pensamiento. Esa resistencia no es nueva; aunque Marie fue una madre dura y firme sin la más mínima muestra de cariño, la llegada de los dos nietos la transformó en una abuela cómplice porque, se sabe que, si algo bueno tienen los años es que no hay que demostrar nada aunque, todavía, necesita esa presencia del joven para la caricia y la pasión. De esta forma, Borcuch utiliza a la protagonista para poner sobre el tapete los errores sobre la inmigración (tomada como fuente de toda desgracia), el terrorismo y el nacionalismo, mostrando la vuelta a las conductas extremas, los fascismos fuertes y el temor a la otredad; lo individual y lo político en red con la complejidad que lo envuelve todo.

Marie pasea sus ideales, escucha a Frank Sinatra, visualiza los libros y brinda un mensaje contundente a la Europa de ahora y recordando lo que hizo hace no tanto tiempo, el ejercicio de memoria colectiva, el arrepentimiento (si lo hubo), el antisemitismo, la Shoah, los campos de refugiados, la tolerancia de pincel, sin profundidad, hasta el atronador final. Los personajes de esa familia son puestos al desnudo por la cámara y las noticias de la llegada de embarcaciones a Lampedusa con desesperados hombres, mujeres y niños que obligan a una empatía sin fronteras a pesar que la sociedad está empeñada en mirar para otro lado. Hay, además, otros perfiles como el joven turco (su amante) o el inspector de policía, entre la legalidad y la corrección política; todos (como la misma Marie y su familia) llegados de países poco receptivos. Ellos tampoco eran bien mirados en la Europa que siente la amenaza en primera persona.

Dolce Fine Giornata no solo es una película íntima que convoca la atención del espectador, una historia del temor europeo, contradictorio y complicado. Una película que, aunque no tenga respuestas inmediatas, es el comienzo de un camino para encontrar soluciones.

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