Se estrenó en Netflix la serie de seis capítulos que indaga en el ámbito educativo académico en una universidad norteamericana.
El lugar de trabajo, la dramaturgia y la sátira pueden parecernos una mezcolanza de palabras para describir una serie, pero todas son características de La Directora, la nueva serie de Netflix estrenada este viernes y protagonizada por Sandra Oh (Grey´s Anatomy, Killing Eve), Jay Duplass (Pink Wall, Trasparent) y Holland Taylor (Two and a half men, The Morning Show). Allí conoceremos al personaje principal, Ji-Yoon (Sandra Oh), la primera mujer en 179 años de vida de la Universidad de Premboke encargada en presidir la cátedra más importante. Madre soltera de una hija adoptiva bastante problemática, con un padre conservador que la ayuda a regañadientes en el cuidado de la niña. Ji-Yoon es un personaje un poco ansioso y algo idealista, en consonancia con lo que podríamos esperar de un profesor universitario agotado y con exceso de trabajo. Aunque no está del todo loca, tampoco está en tierra firme, algo que en la escena de apertura la serie se asegura de resaltar cuando su primer acto como jefa de departamento es literalmente caerse de la silla rota de la oficina.
A Ji-Yoon no solo se le presenta el desafío de llevar adelante las riendas de la cátedra universitaria en matería pedagógica, sino que deberá lidiar con internas entre docentes, presiones directivas, problemas personales y ajenos. En un ámbito donde los colegios y universidades están marcando el comienzo de una nueva era, con un cuerpo docente y personal donde predominan los blancos y los mayores (que no quieren jubilarse ni soltar sus cátedras), cuyo desafío es atender a un cuerpo estudiantil joven, multicultural y con nuevas herramientas tecnológicas a su alcance. Así, en lugar de fetichizar el aula literaria como una fuente luminosa de inspiración, la serie nos muestra como los arduos esfuerzos de Ji-Yoon constantemente aplastados por el racismo estructural y el sexismo.
En un principio, el objetivo de Ji-Yoon al comienzo de la serie es, como debería ser, guiar a la profesora estrella en ascenso Yaz McKay (Nana Mensah), quien también es la única estudiante junior y la única mujer negra en el departamento, para ocupar el cargo. Pero su tiempo como directora lo consume tratando de remediar los egos heridos de los profesores blancos mayores que tienen las inscripciones más bajas en el departamento, incluso cuando obtienen los salarios más altos. Además, debe lidiar con la presión constante de la alta administración para aumentar o reducir la matrícula.
Pero donde las cosas se ponen un poco más complicadas para Ji-Yoon y para La DIrectora en su conjunto, es en las formas en las que negocia personal y profesional con su amigo y colega Bill Dobson (Jay Duplass), quien se encuentra directamente en el extremo defectuoso de ese espectro académico. Viudo, joven, carismático, desestructurado, borracho modernista, romántico de la literatura y con suficientes remeras de Joy Division, tiene los condimentos necesarios para inspirar el enamoramiento ocasional y fuera de lugar de una estudiante, que expone la frecuencia con las que estas vibraciones son puramente un proyección de profesores varones que tienen un sentido inflado de lo deseables que son para su genio. Pero Bill se verá implicado no solo sentimentalmente con Ji-Yoon, sino que deberá lidiar con una acusación de nazista que se hace viral entre los alumnos.
En ese complejo sistema educativo, La Directora nos muestra la descripción ficticia de la vida de un educador de, en este caso, la Universidad de Pembroke pero que tiene anclaje en el contexto local. Profesores atrapados en oficinas en un sótano sin ventana; otros que están envejeciendo y que no se adaptan (ni quieren) a las nuevas formas educativas, siendo empujados al límite para que se jubilen de inmediato. Otros profesores que aún no han conseguido la titularidad que merecen y que viven dentro de una precarización laboral angustiante por no contar con la seguridad de su trabajo todos los días. También los profesores problemáticos que nunca recibirán el castigo que merecen y los profesores brillantes que nunca serán defendidos por los esfuerzos extras que hacen para hacer del aula un espacio positivo para sus estudiantes. Una perspectiva distinta para ver a personas que suelen ser retratados como individuos excéntricos, de élite y snob de traje y corbata. Dándose lugar para debatir sobre los límites del humor, la cultura de la cancelación y las tensiones existentes en el mundo académico ante un estudiantado más comprometido a la hora de hacer frente a las problemáticas sociales actuales.