Se estrenó en Netflix la miniserie adaptada de la novela de Elin Hilderbrand y dirigida por Susanne Bier, con un elenco de primera línea encabezado por Nicole Kidman, Liev Schreiber y Eve Hewson.
El esperado casamiento de Benji (Billy Howle) con Amelia (Eve Hewson) promete ser el evento del año en la exclusiva isla de Nantucket. Mientras los rayos del sol reflejan en el elegante caserón playero, los invitados se preparan para una celebración que reúne a una colorida mezcla de personajes.
Tag (Liev Schreiber), el alcohólico esposo de Greer, busca mantenerse a flote entre sorbos de whisky mientras intenta evitar los ojos inquisitivos de los otros dos hijos de la pareja. Jack Reynor, su hermano, está acompañado por su esposa embarazada, Emma (Dakota Fanning), cuya sonrisa radiante contrasta con las sombras de duda que parecen acechar a todos en la fiesta. Isabel (Isabelle Adjani), una amiga veterana de la familia y estrella en decadencia, se mueve entre los invitados con una gracia que enmascara su creciente descontento.
Amelia, la novia de clase social baja, se siente como un pez fuera del agua entre los invitados acaudalados y vanidosos. Su mejor amiga, Merritt (Meghann Fahy), intenta aliviar la tensión con chistes, pero su risa se apaga cuando el ambiente se torna más tenso. Un amigo de Benji de origen hindú, Aarav (Ishaan Khatter), trata de adaptarse a la extravagancia de la celebración, mientras la enigmática ama de llaves, Elena (Irina Dubova), observa desde las sombras, su acento del Este de Europa resonando en la casa con cada paso.
A medida que el sol se pone y la fiesta entra en su apogeo, la atmósfera se llena de risas y rumores. Pero el júbilo se desvanece abruptamente cuando, en el clímax del primer episodio, el cuerpo sin vida de Merritt es descubierto en el agua, a metros de la mansión y a horas del enlace matrimonial. La escena es desoladora y el silencio que sigue es tan pesado como el misterio que envuelve su muerte.
Cada episodio comienza con la indagatoria a uno de los sospechosos. La tensión aumenta al descubrir detalles que parecen incriminar a uno u otro personaje, pero siempre hay un giro que cambia la teoría. Este constante cambio de perspectiva mantiene al espectador en vilo, jugando con las expectativas y elucubraciones hasta el final.
En sintonía con producciones como The White Lotus y Big Little Lies, la serie se nutre de con conflicto propios de la alta sociedad, con un cóctel de triángulos amorosos, infidelidades, traiciones y momentos de profunda incomodidad, la serie no se toma demasiado en serio a sí misma (el baile de los títulos anticipan el tono), pero tampoco pierde el misterio central. Cada relación tiene sus propios secretos, y cada escena está cargada de una tensión latente que a menudo explota en momentos inesperados. La incomodidad de los personajes en su propia piel y en sus relaciones se vuelve palpable, lo que transforma a la serie en un auténtico placer culposo.
Llamativamente, no es Nicole Kidman quien sobresale. Si bien su papel tiene una relevancia importante y es el faro de conflicto pricipal (también sospechosa), es Eve Hewson, («la hija de Bono») quien se carga con todo el drama y los momentos más relevante, demostrando que lo visto en la adorable Flora and Son de John Carney no fue casualidad.
Aunque el desenlace no es necesariamente impactante, la serie cierra con elegancia. Ningún capítulo parece estar de más, y el ritmo ajustado hace que no sobre ni falte nada. En definitiva, La Pareja Perfecta es una serie para disfrutar sin demasiadas pretensiones.