El jueves 8 de julio llega a los cines, la película francesa protagonizada por Catherine Deneuve, Juliette Binoche y Ethan Hawke.
En el 2018, la popularidad de Hirokazu Koreeda trascendió los límites de la cinefilia para llegar a un público más amplio a raíz de la Palma de Oro que le fue otorgada por Shoplifters (Somos una familia, la pueden ver en Netflix), un fenómeno similar al de Boon Jong-hoo gracias al mismo galardón y su notable película, Parasite. Hirokazu, al igual que el coreano, tiene un vasto recorrido con pequeñas joyas del cine japonés como Nadie Sabe, Still Walking, Nuestra Hermana Pequeña y De Tal Padre, Tal Hijo. Pero La Verdad (La vérité) no solo es la primera película de Koreeda fuera de su hábitat natural y lengua materna, sino que también es la primera post-Palma de Oro, llevando su producción nada más ni nada menos que a Francia, con un elenco simbólico para el cine galo.
Los primeros compases de la película nos trae a una actriz que pasa sus sesenta (Catherine Deneuve) que concede una incómoda entrevista en motivo de la publicación de su libro de memorias. Mientras, llegan a su selecta y apartada finca, curiosamente construida en frente de una cárcel, su hija (Juliette Binoche), su yerno (Ethan Hawke) y su nieta, para celebrar la publicación. En pocos minutos Koreeda tiene la capacidad de plantear un tándem de situaciones tensas que ponen, ya de entrada, sus personajes en tela de juicio. Solo la inocente niña (Clémentine Grenier) es capaz de escapar de este sospechoso y desconfiado ambiente.
Pero el encuentro familiar no es el eje central del film. La historia no tarda en desvelar una de las claves sobre la que girará la trama: Una actriz que, por motivos que poco a poco se irán revelando, brilla por su misteriosa ausencia, viéndose en cierta forma reencarnada en una joven intérprete que comparte reparto con el personaje de Deneuve. La influencia de Vértigo de Hitchcock se evidencia, más si nos fijamos con su pelo recogido en forma de espiral, apelando de forma directa al de Judy Barton. Ausencia, presencia y este toque de necrofilia hitchockiana.
El homenaje al cine también se desenvuelve durante todo el film, convirtiéndose este en un tire y afloje entre la realidad y la ficción, no solo cuando la protagonista se encuentra delante de las cámaras, sino también en su cotidianidad. En Deneuve, los sentimientos cinematográficos se filtran en su vida personal y familiar, camuflados en parte tras una marcada egolatría que recuerda al personaje de Norma Desmond de Sunset Boulevard de Billy Wilder.
En su anterior película Koreeda ponía el foco en una familia pobre que roba para sobrevivir, esta vez, su viaje a Francia le sirve para retratar las esferas altas de la sociedad y la cultura parisina. Dentro de ese ámbito, en La Verdad llena de significado las escenas del set, las cuales no son distinguibles de la trama que se lleva a cabo detrás de las cámaras. La historia materno-filial de Deneuve con la supuesta reencarnación de su amiga Sarah delante de las cámaras son escenas indistinguibles de lo que en el film se nos plantea como la realidad; así como los toques desenfadados no cambian la profundidad intelectual de una película donde Koreeda no rebaja sus aspiraciones por trabajar lejos de casa, reafirmando su cualidad de cineasta completo.