Un nuevo año termina y este es el top ten de Solo Fui Al Cine del cine nacional.
En un año marcado por la crisis económica y la fiebre mundialista, el cine nacional se hizo su espacio y pudo salir adelante a pesar de los contratiempos. Con la esperanza de volver a hacerse fuerte gracias a la presencia y el éxito alcanzado por Argentina, 1985 (firme candidata a llevarse el Óscar 2022), este es el top ten nacional de Solo Fui Al Cine:
- Argentina, 1985 de Santiago Mitre: Desde su inicio, se percibe en Argentina, 1985 que estamos presentes frente a un hecho trascendente dentro de la cinematografía nacional; un juicio que merecía ser llevado a la pantalla grande pero cuya mano maestra de Santiago Mitre en la dirección, y de Mariano Llinás colaborando en el guión logran darle la impronta que se merece semejante suceso histórico para tocar la fibra íntima del espectador en todo momento pero sobre todo con el épico alegato final de Strassera en manos de Ricardo Darín que, seguramente, hará estallar en aplausos al público en cada sala argentina donde se proyecte.
- El Suplente de Diego Lerman: Si no hubiese estado Argentina, 1985 sería la película argentina del año. Un film que evita juzgar el comportamiento de los profesores o alumnos, presentando las situaciones del aula y del barrio con objetividad y soltura, con todo el bagaje ético y social que ello conlleva. De esta manera, logra que su nueva obra sea una película tan fluida y estimulante como el cine realista contemporáneo puede ser, dejando en evidencia que la docencia es una de las profesiones más duras de la sociedad actual.
- El Monte de Sebastián Caulier: La leyenda de la abdución será solo una excusa para mostrar el vínculo entre ellos y la herramienta necesaria para imprimirle al relato un matiz oculto y esotérico. Ese componente fantástico, sumado a un detallado trabajo sonoro imponente que captura cada sonido animal que acompaña la asombrosa fotografía, hacen de El Monte una experiencia inmversiva atrapante que se potencia y se disfruta mucho más dentro de una sala de cine.
- El Empleado y el Patrón de Manuel Nieto Zas: Un peón de campo y un joven incómodo con rol de estar a cargo de la estancia familiar. Dos jóvenes que entablan una relación afectiva con intereses mutuos. Nahuel Pérez Biscayart interpreta los dilemas morales de Rodrigo con una mezcla de incertidumbre y una apremiante sensación de estar atado a un lugar. Cristian Borges más hosco y apesadumbrado, con una autoexpresión majestuosa que oculta el dolor por una pérdida irreparable y el sentirse responsable de la misma. Los dos conducen con naturalidad la relación central en todas sus fluctuaciones, captando a la perfección una asociación que va camino a quedar irresuelta y repleta de cuentas pendientes. De esta manera, El Empleado y el Patrón se convierte en un cuestionamiento de una sociedad individualista y egocéntrica.
- Jesús López de Maximiliano Schonfeld: Una historia de crecimiento y de maduración que, a través de lo fantástico nos habla de los legados, de volcar los deseos propios en el otro para superar el dolor por la ausencia. Los vínculos que se dan entre los personajes y sus diferentes dimensiones, permiten introducir otras subtramas relacionadas con la adolescencia, la crisis en el campo y la necesidad de emigrar del pueblo para poder tener un próspero futuro. Culminando con la épica carrera final, plasmada con tal encanto que es difícil no verse asaltado por la emoción de la velocidad de los fititos; matizado con la fotografía rural, una banda sonora acorde y el potente rugido de los motores.
- El sistema K.E.OP/S de Nicolás Goldbart: Un homenaje al cine negro pasado por el tamiz de la contracultura pop, con un humor que apuesta por el absurdo de lo cotidiano llevado a un extremo, mezcla de comedia y thriller de pseudo misterio con buen ojo para las costumbres sociales, las figuras retóricas modernas y las teorías conspiranoicas actuales. Una sorpresa del cine nacional hecha con talento y buena música, cuyos placeres momentáneos parecen huecos y sin resonancia, pero seguramente queramos revisitar más de una vez.
- Las Rojas de Matías Lucchesi: Con momentos de incómodo humor construidos a través de tensas relaciones entre los protagonistas, sobre todo cuando ellas se conocen o cuando Natalia Oreiro se debate en un juego de seducción con Diego Velázquez; otros de melancolíco western donde se lucen la fotografía y la banda sonora de Hernán Segret; Las Rojas no solo reune a dos pesos pesados del cine nacional, también es una aventura épica y mitológica, visualmente bella con un inesperado final que sorprenderá a más de uno.
- Pequeña Flor de Santiago Mitre: Previo al estreno de Argentina, 1985, Mitre rodó esta peculiar película que tuvo sus contratiempos. A pesar de ellos, logró construir una comedia negra que dialoga con la acidez de la vieja comedia francesa y con el cine de los Hermanos Coen, con la impronta argentina necesaria para generar identidad con el público local. Respaldado por las actuaciones de cada uno de los protagonistas (sobre todo Daniel Hendler, Vimala Pons, Melvil Poupaud y Sergi López), el director demuestra su versatilidad al incursionar en el terreno de la comedia por primera vez, mostrando un hábil manejo de las situaciones de humor que retratan la violencia contenida de los personajes.
- Legiones de Fabián Forte: Tranquilamente puede ir al ranking del lo mejor del cine de terror del 2022, pero de manera arbitraria la ubicamos acá. Con influencias del cine de Sam Raimi, mezclando elementos elementos de la cultura ancestral argentina, Legiones es la confirmación de que el género de terror en argentina está pasando por un gran momento. Sorteando problemas económicos, una industria que apuesta poco y presupuestos acotados se vale de la pericia de los directores, buenos guiones, sólidas actuaciones, un montaje inteligente y recursos prácticos en materia de efectos especiales para hacer una película que no tiene nada que envidiarle a producciones extranjeras.
- Sublime de Mariano Biasin: Se puede percibir como una película teenager, pero detrás de ese telón hay algo más que una simple coming of age; es una exploración sobre la amistad y el descubrimiento sexual en una etapa conflictiva marcada por las dudas y la confusión. Gracias a una sutil narrativa, buena música punk-rock, espontáneos diálogos adolescentes sobre sexo que exponen sus masculinidades, más la notable interpretación de todo el elenco juvenil (sobre todo de Martín Miller) es un film conmovedor hecho con mucha sensibilidad y conocimiento del universo adolescente.