Mickey 17: el delirio distópico de Bong Joon-ho sobre la explotación y la identidad

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Este jueves se estrena en cines, la nueva película del aclamado director coreano protagonizada por Robert Pattinson, Mark Ruffalo y Toni Colette.

Bong Joon-ho vuelve al cine seis años después de su histórica victoria con Parásitos, y lo hace con un delirio de ciencia ficción que expande sus obsesiones: desigualdad, alienación y el absurdo del sistema en el que vivimos. En su tercer película en tierras norteamericanas (Snowpiercer y Okja, las anteriores), mezcla la sátira con el existencialismo en una historia que es tanto un thriller distópico como una reflexión sobre lo que significa ser humano. Y en el centro de todo está Robert Pattinson, que se multiplica (literalmente) en una de sus interpretaciones más jugadas.

El planteo es tan inquietante como ridículo. En un futuro donde la humanidad coloniza otros planetas, Mickey Barnes es un «prescindible»: un trabajador al que le encargan las misiones más peligrosas porque, cuando muere, simplemente imprimen otra versión de él con todos sus recuerdos intactos. Es un engranaje descartable en una maquinaria brutal, un peón condenado a un bucle de muerte y resurrección. Pero cuando Mickey 17 sobrevive a una misión donde lo daban por muerto y regresa a su base, se encuentra con Mickey 18, su reemplazo. Y ahí arranca el verdadero problema: dos versiones del mismo hombre no pueden coexistir.

Bong juega con esta premisa para exponer un sistema donde el cuerpo y la identidad son bienes de consumo. La película se siente como una combinación entre Snowpiercer y Okja, pero con el humor absurdo de The Host. Hay acción, paranoia, existencialismo y una crítica mordaz al poder. Mark Ruffalo (por momentos, insoportable) interpreta a un líder fanático, que maneja la colonia como un dictador ególatra, híbrido entre Elon Musk, Javier Milei y Donald Trump; mientras que Toni Collette lo acompaña con una villanía casi caricaturesca. Todo es tan extremo que, en manos de otro director, podría desbarrancar. Pero Bong nunca pierde el control: incluso cuando la película se desborda, siempre encuentra el modo de volver a lo esencial.

Pattinson, en modo camaleónico, lleva el peso de la historia con una intensidad que oscila entre la desesperación y la ironía. Su Mickey 17 es un tipo común atrapado en un trabajo que lo destruye, un hombre que se niega a aceptar que su vida no vale nada. Mickey 18 asume un rol antagónico y desprecia a su versión anterior, a quien considera un cobarde. Temiendo ser descubierto, está convencido de que Mickey 17 debe desaparecer, pues, al fin y al cabo, comparten la misma identidad. Sin embargo, Mickey 17 sostiene que son lo bastante distintos como para que su individualidad se extinga por completo. De este modo, el dilema existencial de Mickey —morir y renacer una y otra vez— da paso a un temor aún mayor: la posibilidad de no regresar nunca más.

Mickey 17 no es solo ciencia ficción. Es una historia sobre el absurdo de la existencia, sobre la explotación disfrazada de progreso y sobre el miedo a ser olvidado. Bong Joon-ho, como siempre, encuentra el humor en el horror y la poesía en lo grotesco. Su cine sigue siendo un espejo deformante de nuestra realidad, pero uno en el que es imposible dejar de mirar.

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