Candidata a mejor documental en los premios Óscar y ganadora en Sundance, Summer of Soul es la historia de un festival musical histórico que, sin embargo, fue destinado al olvido. Disponible en Star +.
¿Puede un festival que juntó a lo largo de seis jornadas del año 1969 a Stevie Wonder, B.B King, The 5th Dimension, Sly & The Family Stone, David Ruffin, Mahalia Jackson, Mongo Santamaría, Gladys Knight & The Pips, Ray Barretto y Nina Simone, entre otros nombres ilustres, pasar al olvido? ¿Pueden las decenas de horas de material filmado durante esas jornadas, a las que asistieron 300.000 personas, quedar sepultadas en algún sótano sin que nadie se interese por ellas? La respuesta es sí y no. Sí, porque fue lo que ocurrió a lo largo de los últimos 50 años. No, porque finalmente el desenlace fue el inevitable y, en un contexto cultural propicio que genera las condiciones para que haya interés de las grandes productoras por este tipo de historias, finalmente el Festival Cultural de Harlem de 1969 llegó a la pantalla grande de la mano del director Ahmir «Questlove» Thompson, un referente y guardián de la historia de la música.
Sin embargo, Summer of Soul es mucho más que la historia de un festival olvidado por la memoria mainstream. A lo largo de sus casi dos horas, el documental presenta el clima social que se vivía en ese año parteaguas para la historia del siglo XX. A partir de testimonios y datos contextuales que se funden con las actuaciones musicales, el excelente trabajo del montajista Joshua L. Pearson logra que sea imposible separar lo que se ve y se escucha de lo que pasaba con la vida de las personas que actuaron y/o presenciaron los conciertos.
El barrio de Harlem, ocupado mayormente desde la década de 1920 por personas de descendencia afroamericana, fue el escenario de celebración de una cultura que, al llegar al ocaso de los años 60, convivía a diario con la discriminación, segregación y violencia institucional por parte del Estado y la sociedad estadounidense, pero que también había tenido que reponerse la desilusión y tristeza de ver asesinadas cruelmente a aquellas personas en las que confiaban para conseguir un mundo mejor. Es así que durante el documental se recuerdan los crímenes contra, por ejemplo, Malcom X y Martin Luther King como parte del contexto que derivó en ese histórico festival.
La llegada del hombre a la luna mientras el evento se llevaba a cabo (para qué gasta Estados Unidos plata en ir a la luna si destinando sólo una parte de ese dinero a Harlem miles de familias podrían comer, plantean diferentes voces del documental), así como la inevitable comparación que toda persona hará con la trascendencia que a día de hoy ostenta Woodstock (que también fue en 1969), reflejan con claridad uno de los puntos neurálgicos del documental.
Todos/as los/as artistas, todas las voces de quienes asistieron al evento y las letras de las canciones elegidas para el film dejan en claro dónde residió la importancia de lo que se muestra. No fueron sólo unos días de agradables armonías y risas para pasar el rato, fue el canto de una generación que luchaba por un mundo mejor. La música como el pegamento que condensa, quizá mejor que ninguna otra expresión artística a lo largo de la historia, las demandas y las luchas de sectores reprimidos, marginados, olvidados. Pero también, la música como motor de cambio, como el impulso fundamental para otorgar poder, visibilidad, cohesión, masificación, representación y coherencia a la transformación que se quiere alcanzar.
Summer of Soul no sólo es un bello y valioso testimonio de lo que ocurrió en aquella época, no sólo nos invita a repensar la historia, sino que también es un recordatorio, un llamado de atención para cada nueva generación de artistas que surge, porque como plantea Nina Simone en su show, ¿cuál es el sentido de un artista que no tiene nada para decir?