Tras su estreno internacional en la Berlinale y consagrarse como mejor largometraje de la Competencia Argentina del 22 Bafici, se estrena en la Sala Lugones el documental
A fines de 2019, Nacho viaja a Francia a visitar a su novia Mariana, quien se fue a estudiar a Toulose. Por Ebay compra una cámara usada que, para sorpresa de él, contiene filmaciones caseras del antiguo dueño, Charles Louvret. En los vídeos caseros se lo ve a él y a sus perros caminando por la ciudad de Montpellier donde vivía. Nacho decide ponerse en contacto por email con él para contarle su intención de hacer una producción audiovisual con el material, por eso le pide que le cuente un poco la historia de su vida.
Curiosamente, lo que arranca como una biografía se transforma en un relato que cruza la vida cotidiana de Charles, su mujer y sus tres perros con la situación global humanitaria actual. Más instrospectivo en un principio, lo vemos al protagonista paseando con sus animales, con la voz de en off de Nacho narrando los mails que Charles le manda. Cuenta de lo difícil que le resulta relacionarse con los humanos en comparación con sus perros., lo que significó para el jubilarse y la relación con su esposa, un cuñado y con el exterior. Sorpresivamente el registro instrospectivo cambia cuando Charles viaja a Camerún como chofer de la embajada.
Los conflictos y las marchas en Francia contra la reforma previsional de Macron registrado por la cámara de Nacho ayudan a potenciar el contexto de crisis capitalista humanitaria que existe a nivel global, el cual trasciende fronteras, combinado con lo que sucede en la marchas en Camerún por la independencia de una parte del país. Como una especie de «paremos el mundo», el film encuentra un bálsamo espiritual final en la repatriación de Nacho para volver a Argentina, luego del anuncio de la cuarentena por el Covid-19 y el registro visual de su novia buscando a Charles por las calles vacias de Francia.
De todas maneras, lo más importante va más allá de lo meramente narrativo de la historia que el director arma sobre Charles a partir de los mails que este le envia. Dentro del film surgen subtextos enraizados en lo filosófico; indagaciones sobre el propósito propio del cine, extendiéndose a Ceroi quien ve en Charles como una versión vieja de si mismo; lo político, argumentando que el metraje etnográfico de Charles de Camerún y su perspectiva empleada como perpetuación del colonialismo cultural llega al argumento del cine como una demostración válida de un cine como la simpatía de un artista.
Todo es muy poético y visual en Qué será del verano, pero no sabemos si la historia de Charles es real o es una ficción armada a través de registros audiovisuales sueltos. De esta forma, el director demuestra que el arte puede surgir de cualquier parte, tanto como pueda la imaginación. En un principio uno puede ver la película y tomarla como un video diario pensativo, pero también lo puede analizar por las verdades universales relacionadas con aprovechar al máximo lo que podemos pensar que es menos. El creador hace eso con las imágenes que tiene y nos anima a hacer lo mismo, algo que quizás sea más gratificante y sorprendente, si uno acepta el desafío de lograr que el material penetre más allá del simple contenido visual.