Una Pastelería en Notting Hill de Eliza Schroeder.

Nuestra puntuación

Llega a los cines argentinos la ópera prima británica ambientada en el clásico barrio londinense.

La Sarah a la que hace referencia el título de la película muere en un accidente de camino a un local en Notting Hill, al cual ella y su mejor amiga Isabella (Shelley Conn) estaban a punto de convertir en una pastelería. La muerte de Sarah deja a Isabella con un montón de problemas financieros, pero también deja a una hija joven llamada Clarissa (Shannon Tarbet) quien la convence para que le pidan dinero a su abuela Mimi (Celia Imrie) para poder abrir la pastelería. Mimi vive en otra parte de Londres y estaba distanciada de su hija Sarah, pero en el momento que ocurre el accidente se encontraba escribiendo una carta de disculpa para poder retomar el vínculo. 

Con sus diferencias a cuestas, Isabella y Mimi deciden unirse para abrir el local, empujadas por el entusiasmo juvenil de Clarissa; pero faltaba un detalle: el pastelero que haga la tarea de Sarah. Luego de un proceso de selección es elegido, aparece Matthew (Rupert Penry-Jones ), quién se describe a si mismo como un chef con estrella Michelin, con quién Sarah tenía una relación, hasta que él la engañó. ¿Por qué Matthew querría trabajar aquí con el prestigio obtenido?, simplemente porque Matthew quiere un desafío, pero también por algunos asuntos pendientes en su relación con Sarah.

Las semanas pasan y entran muy pocos clientes, por lo que lo que deciden hacer pasteles para la gran población multi étnica que habita en el barrio y así puedan recordar los sabores de sus respectivos países de origen. Para darle algo más a la historia se cuentan dos tramas de amor bastante simples y, para condimentar el exceso de azúcar, un poco de humor británico.

En Una Pastelería en Notting Hills la novel directora Eliza Schroeder logra componer una comedia dramática agradable, no solo por su historia de mujeres emprendedoras empujadas por el dolor, sino también por las formas en las que elige mostrar los coloridos macarons y los tentadores pasteles que se pasean frente a la cámara. De esta manera, la película nos deja un dulce sabor, porque como sucede en cualquier restaurant, si aparece un buen postre en escena, corrige cualquier defecto del menú y nos predispone a terminar felices la velada.

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