Virus 32 de Gustavo Hernández.

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Se estrena en cines la nueva película del director uruguayo protagonizada por Paula Silva y Daniel Hendler.

Para quienes siguen el circuito del cine de terror latinoamericano, la película uruguaya La Casa Muda casi que se ha convertido en una cinta de culto, por su bajo presupuesto por ser filmada en una sola toma, con una cámara de fotos Canon EOS 5D Mark II. Otras de las características fue que estaba ambientada en una sola locación (una casa alejada en el campo) y que la misma estaba basada en un hecho real. Por supuesto que el éxito alcanzado hizo que muchos pusieran los ojos sobre Gustavo Hernández, con películas de mayores presupuestos como Dios Local (más enfocada en el suspenso) y No Dormirás con Belén Rueda, pero ninguna tuvo la trascendencia de su ópera prima. Pero todo el talento y la destreza que demostró en La Casa Muda vuelve a ponerse de manifiesto en Virus 32, su nueva película.

Desde el inicio mismo, cuando, con un plano secuencia presenta a Iris (Paula Silva) y a Tata, su hija (Sofía González). Esa secuencia, que finalizará una vez que terminen los títulos es la introducción nada más de lo que vendrá. Ambas deberán pasar el día en un club de deportes donde Iris trabaja como guardia de seguridad, sin saber que un virus se propaga por las calles de Montevidéo, desatando una masacre . Los enfermos se convierten en rabiosos cazadores que únicamente calman su fiebre matando a los que aún no han sido infectados. Esa noche, comenzará una salvaje lucha de supervivencia de ambas en las instalaciones del abandonado club.

Paula Silva y Sofía González son madre e hija en Virus 32.

Siguiendo a Paula Silva como protagonista principal, el film es una vertiginosa película de zombies llena de dramatismo y tensión. La historia escrita por Gustavo Henández y Juma Fodde tiene los condimentos necesarios como para poner al espectador en permanente presión desde el inicio mismo. Un duelo por un pequeño hijo muerto, la aparición de Luis (Daniel Hendler), un esposo desesperado por ayudar a parir a su esposa contagiada con el virus y el oscuro encierro dentro del club sirven de componentes para que el suspenso vaya in crescendo a medida que la noche avanza y los muertos vivos sean cada vez más.

Vestida con un traje de personal de seguridad, Paula Silva, quien ya se lució en En El Pozo, una pequeña pero atrapante película uruguaya del 2018 (busquen esa pequeña joya por ahí que vale la pena). Ella no solo se carga su pequeña mochila en sus espaldas, sino que se lleva también todo el peso dramático del film y la mayoría de las escenas físicas del film. Una mezcla de la Oficial Mindy de The Dead Don’t Die de Jim Jarmush con Jill Valentine de Resident Evil, la actriz uruguaya es aprovechada al máximo por Gustavo Hernández con escenas que parecen salidas de los clásicos juegos de supervivencia con muertos vivos de las consolas. Lo mismo sucede con la aparición de Daniel Hendler, siniestro en un principio por su interés en hacer nacer su hijo, aunque luego se irá convirtiendo en el ladero de Iris en su lucha por sobrevivir y poder encontrar a su hija perdida dentro del club.

Daniel Hendler coprotagoniza Virus 32.

Los múltiples referencias a otros clásicos del subgénero son solo pequeños aportes para el disfrute del público cinéfilo, porque la película brilla por si sola. Tiene momentos donde el director demuestra su habilidad en el manejo del suspenso, así como en la ambientación y en la capacidad de poder colocar pequeñas escenas detalles narrativas de forma casual pero que luego serán de vital importancia para el desenlace. No sabemos que produjo el virus, pero no nos importa; ni tiene una bajada de línea política como las películas de George Romero, aunque lo más denso de la historia esté presente a partir del conflicto interno de la protagonista en relación a una tragedia familiar.

En el rubro técnico, Virus 32 es impecable; la iluminación, el sonido y el preciso maquillaje de los rabiosos contagiados, demuestran el profesionalismo del director en cada detalle pero se destaca también en la búsqueda de hacer algo distinto para sorprender al espectador familiarizado con el género, con novedosas ideas, como plantear una escena donde los protagonistas deberán enfrentarse a los zombies en una pileta de natación de humo o mostrar una fuga a través de los monitores de las cámaras de seguridad. De esta forma, en esta coproducción argentina-uruguaya, Gustavo Hernández vuelve a lucirse en el género demostrando, junto a Fede Alvárez, Rodo Sayagues (No Respires 1 y 2) y Maximiliano Contenti (Al Morir la Matineé), que el cine de terror uruguayo viene pisando fuerte no solo en el plano latinoamericano sino alrededor de todo el mundo.

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