Se estrenó en Netflix, la última película de Takashi Miike, director de Audition e Ichi, The Killer, entre otras.
Akira Ninomiya, interpretado por Kazuya Kamenashi, es un abogado sin escrúpulos cuya vida da un giro dramático cuando es emboscado en un estacionamiento de Tokio por un maníaco enmascarado con un hacha. Este asesino en serie, conocido por abrir los cráneos de sus víctimas y extraer sus cerebros, deja milagrosamente a Akira con vida. Sin embargo, Akira, tan despiadado como su agresor, se obsesiona con localizar al criminal antes que la policía, desencadenando un enfrentamiento entre dos mentes perturbadas.
La trama inicia con un flashback de una redada policial en una terrorífica guarida, donde una pareja realiza modificaciones quirúrgicas en niños secuestrados. Uno de los niños lee un libro titulado «El monstruo leñador», una historia macabra sobre una criatura caníbal que asesina en masa. Este libro inspira el disfraz del asesino, cuya identidad se oculta tras una máscara espantosa y que prefiere el hacha como arma.
Lo curioso es que el primer asesinato que presenciamos no es cometido por el asesino del hacha, sino por Akira, quien mata fríamente a un empleado de un hospital que intentaba chantajearlo a él y a su cómplice, el psicópata Sugitani (Shota Sometani). La relación entre Akira y Sugitani es de lo más interesante de la película, aunque no se explora tanto como podría.
El director Takashi Miike presenta una película intrigante para los aficionados del thriller, llena de tensión, personajes complejos y momentos sorprendentes. La primera hora atrapa completamente al espectador, aunque el desenlace puede enredarse un poco en su propia narrativa, la película no pierde su capacidad de fascinar. Miike juega con diversos tonos, mezclando elementos de cuentos de hadas con el horror, y acumulando cadáveres para transmitir un mensaje poco convencional sobre la redención moral. Esta combinación es particularmente interesante dado el historial del director.
Toda la escena de arranque busca mostrarnos a un Akira frío y calculador. Por eso, el ataque del hombre del hacha lo sorprende tanto, y más aún cuando en el hospital descubre que tiene un «chip neuronal» (una modificación de comportamiento ahora ilegal) implantado en su cerebro. Este descubrimiento altera su vida, ya que alguien lo persigue para matarlo y extraerle el cerebro.
Para complementar toda esta historia retorcida del gato y al ratón, Miike adorna la narrativa con una estética de colores saturados y una partitura llena de violines que añaden una sensación de corte y tensión en los momentos cruciales. La actuación de Kazuya Kamenashi es fundamental, creando un personaje carismático y diabólicamente encantador cuya sonrisa transmite una frialdad aterradora. Aunque la película se enreda en su tercer acto, nunca deja de ser fascinante y mantiene a los espectadores atentos a cada desarrollo.