Este jueves se estrena en el Cine Gaumont, el documental del director de La Deuda y la escritora de La Ruta de los Hospitales.
«Nada existe menos que el pasado, por qué no es más y no puede volver a ser» expresa en el primer testimonio quien recorre el departamen. La frase retumba en el espacio que una pareja construye para vivir. El mismo al que, recién terminado y antes de habitarlo, invitan a un grupo de personas a recorrerlo. Las personas invitadas circulan individualmente por ese espacio nuevo y vacío. De esta manera, mientras miran, caminan, hablan. el documental rescata el efecto de esa experiencia en cada una de ellas. La serie de personas que habitan fugazmente ese lugar, recién construido, libre aún de toda huella, podría pensarse como infinita, así el espacio se llena y se vacía.
Así, la frase inicial que suena como una sentencia definitiva comienza a perder sentido cuando los recuerdos de otros espacios habitados se hacen presente. La nostalgia de las casas que habitaron y quedaron en la memoria de quienes recorren la casa cobran vida en el relato. Todo se confluye de manera estructurada y simple, dónde no solo aparece la nostalgia sino consejos y diferentes opiniones de quienes visitan el nuevo piso; hasta datos sobre la arquitectura oriental que desconocíamos.
En El Piso del Viento los espacios que habitaron quienes relatan no solo son simples estructuras inertes, también son experiencias de vidas pasadas. Desde ese simple piso recién remodelado surgen conversaciones con diferentes percepciones y recuerdos que comienzan a fluir a partir del simple recorrido de la casa. Una escuela, la casa de los abuelos, la casa de la infancia; aquellos refugios que nos han cobijado en diferentes etapas de la vida y que quedaron en el pasado se hacen presentes para entregarnos un emotivo y reflexivo documental.