De la mano de Blumhouse, este jueves se estrena en cines argentinos una nueva versión del clásico monstruo mitológico.
En esta búsqueda de hacer resurgir a los clásicos monstruos de Universal, Leigh Whannell vuelve a asociarse con Blumhouse. Luego de sorprender con la versión de El Hombre Invisible en 2020, esta vez el australiano se atreve a reinventar al hombre lobo, una propuesta que mezcla el horror clásico con un trasfondo emocional contemporáneo. Desde el principio, el filme marca su diferencia: en las montañas de Oregón, los locales lo llaman “fiebre de las colinas”, mientras que una comunidad indígena lo conoce como “la cara del lobo”. Este cambio de perspectiva nos prepara para una historia que intenta equilibrar el mito y la metáfora, explorando las luchas internas de la paternidad y la masculinidad.

Blake (Christopher Abbott), un escritor en crisis, hereda la remota casa de su difunto padre y decide ir al lugar a retirar las pertenencias con su esposa Charlotte (Julia Garner) y su hija (Matilda Firth). Pero su llegada desencadena una pesadilla: es atacado por una misteriosa criatura y comienza a transformarse en una bestia aterradora. De esta forma Whannell, al igual que en El Hombre Invisible, retoma la idea de usar el horror como espejo de los miedos contemporáneos, esta vez enfocándose en la violencia heredada, los sacrificios de la paternidad y el miedo de convertirse en aquello que uno más teme.
Aunque Hombre Lobo plantea temas interesantes, la ejecución no siempre está a la altura de sus ambiciones. La transformación de Blake, tanto física como emocional, es impactante y logra momentos conmovedores, pero también es predecible. Whannell es poco sutil al desarrollar las metáforas, dejando que el público anticipe muchos de los giros de la trama. Por ejemplo, la constante insistencia de Blake en proteger a su hija Ginger deja en evidencia el desenlace mucho antes de que ocurra.
A nivel técnico, la película es sobresaliente. La transformación de Blake está brillantemente lograda gracias al maquillaje, las prótesis y el trabajo actoral de Abbott, quien transmite la degradación física y emocional de su personaje con una intensidad conmovedora. Sin embargo, a pesar de estos aciertos, la película se queda corta al intentar profundizar en los temas que aborda. Aunque busca conectar emocionalmente, no alcanza la profundidad que pretende y termina repitiendo fórmulas del género.
Hombre Lobo es un intento valiente de modernizar un mito clásico, recontextualizándolo para una generación que busca reflexiones más complejas en el cine de monstruos. Aunque no logra completamente su cometido, sigue siendo un experimento interesante que combina horror y drama en un relato que, aunque irregular, tiene algo que decir.