Protagonizada por Chris Hesworth y MIles Teller, el director de Top Gun: Maverick estrena en Netflix una historia de detenidos que son puestos como ratas de laboratorio.
Imagínate vivir en un mundo en el cuál con tan sólo suministrar una droga puedes sentir terror, enamoramiento, risa, enojo o hasta obediencia. Esta es la interesante premisa que nos plantea La Cabeza de la Araña, la nueva película del director que cobró relevancia este último año gracias a su trabajo en la última entrega de Top Gun, pero que también tuvo un destacado trabajo en Oblivion, también protagonizada por Tom Cruise.
La historia transcurre en un complejo científico qué lleva a cabo un programa con individuos qué anteriormente estaban en prisión, a cambio de estar en el programa su condena se ve reducida y tienen la oportunidad de vivir en el lujoso lugar con comodidades qué no tendría de estar recluidos. El estudio es simple, suministran drogas qué generan distintas emociones: miedo, risa, enamoramiento u otras qué te ayudan a ver las reacciones de los individuos y cómo afecta su interacción social con otros.
MIlles Teller personifica a Jeff, un recluso condenado por conducir ebrio y matar a su amigo al estrellarse contra un árbol. El joven recibe una «droga del amor» que comienza a distorsionar sus sentidos y lo lleva a tener relaciones sexuales con dos reclusos. Steve Abnesti (Chris Emsworth) le pide que elija uno de ellos para darle Darkenfloxx, una droga que causa una intensa angustia física y mental. Se niega a elegir, alegando que después de que los efectos de la droga del amor desaparecieran, no tenía sentimientos particulares por ninguno de los dos. Jeff empieza a dudar de Steve y la película se torna en una búsqueda para derrocarlo y exponer lo que sucede en las instalaciones.
Bajo un concepto sumamente interesante, la película indaga en cómo nos pueden manipular mediante simples sustancias químicas haciendo una crítica un tanto leve a las industrias farmacéuticas y la influencia que generan estos compuestos en nuestra vida diaria. Pero toda la temática se siente un tanto desperdiciada y se puede tornar en una especie de capítulo largo de Black Mirror de las temporadas más recientes, cuya crítica a las farmacéuticas se blinda en mostrar más de las tácticas deshonestas en las cuales estas incurren y mostrar cómo la sociedad está de acuerdo con ello
El apartado visual se siente bien trabajado; Joseph Kasinski muestra habilidad al transmitir mediante un humor oscuro y la continua sensación de sentirte sedado e incapaz de tomar partida de lo que sucede a tu alrededor. Mientras, en el plano actoral, vemos a Chris Hemsworth fuera de su zona de confort; no está en comedia ni en acción pero hace un aceptable trabajo como el científico, jefe narcisista sin escrúpulos, por otro lado Miles Teller también hace un trabajo digno como el héroe abatido que busca redención.
Si bien no es una obra maestra y la atención por el concepto inicial se desvanece pronto, ya que daba para más aunque el mismo material de origen (una novela corta), no era suficiente para llevarse a la pantalla grande, igualmente La Cabeza de la Araña es pochoclera y entretenida, sin más pretensiones que pasar un buen rato y ver a Chris Emsworth personificando un papel distinto, que lo saca de su lugar de héroe de acción al que nos tiene acostumbrado..