Este jueves se estrena en cines argentinos la adaptación cinematográfica de la obra de teatro escrita y dirigida por Victoria Hladilo.
Aquellos que hemos tenido la dicha de visitar el Cerro Champaquí en Traslasierra hemos quedado encantados, no solo por su imponente presencia, sino por su vibrante paleta de colores, especialmente al atardecer cuando el sol lo baña con su luz. Incluso bajo un cielo nublado, cuando nubes oscuras y mullidas proyectan sombras sobre el paisaje verde, el cerro mantiene su encanto. Esta es la imagen que Vanina escoge para iniciar La Culpa de Nada, una adaptación de su propia obra de teatro.
La escena no solo muestra el cerro, sino también a cuatro jóvenes cuarentones disfrutando desnudos en una pileta junto a una sola mujer. Parecen irradiar felicidad, pero sobre ellos también se ciernen sombras: las preocupaciones que enfrentarán al regresar a sus hogares y enfrentar la realidad de la adultez.
Una vez que los «jóvenes» vuelven a su ciudad, se revela una pareja en crisis tras el reciente nacimiento de su primera hija. Ella organiza una fiesta sorpresa con la esperanza de salvar su relación, pero los invitados, amigos de él, solo complican la situación. La velada se tensa por varios motivos: un partido de fútbol crucial que algunos quieren ver, la bebé durmiendo en la habitación que nadie debe despertar, y una invitada italiana que los hombres conocieron en un reciente viaje a Córdoba. El homenajeado se retrasa misteriosamente más de lo esperado. Cuando finalmente llega, el hogar se convierte en un campo de batalla donde estos adultos inmaduros parecen dispuestos a todo para mantener la apariencia de felicidad.
Muchos gags espontáneos, una asombrosa química actoral, diálogos irreverentes e incómodos en situaciones cotidianas que se revelan con notable fluidez; eso hace de La Culpa de Nada una comedia dramática donde se enfrentan los miedos y los fracasos, pero también se conjugan micromachismos y la fragilidad de las relaciones humanas en la lucha constante por mantener las apariencias.