Este jueves se estrena en cines la segunda parte de la trilogía Autoengaño que comenzó el año pasado con 36 horas
La película 36 Horas (dentro del top ten anual del cine argentino según este sitio web) se estrenó el año pasado y dió inicio a la trilogía de Autoengaño dirigida por Néstor Mazzini. Antes de su conclusión con La Mujer del Río, llega la esperada segunda parte. Luego de ¿superar? la crisis económica y la ruptura definitiva con su esposa, Pedro (César Troncoso) se encuentra pasando unos días de vacaciones improvisadas en las sierras con Flor (Matilde Creimer Chiabrando), su pequeña hija. Sin rumbo fijo, ambos van parando en diversos paradores donde comparten tiempo juntos, alejados de todos. Pero lo que parecen ser las vacaciones soñadas para un padre y su hija en realidad es algo más complejo. La imposibilidad de poder comunicarse con su madre empieza a alterar a Flor, quien se dará cuenta que algo grave está sucediendo con Pedro y la llevará a tomar una arriesgada decisión.
Al igual que sucedía con la primera entrega. Néstor Mazzini vuelve a explorar las consecuencias de la conflictiva separación de Pedro y Érica. Esta vez desde el vínculo entre él y su hija, cuyas vacaciones se dan luego de que ella le comunique un interés por otro hombre. A través de flashbacks el relato se irá enturbiando y, lo que parecía ser un tierno encuentro entre padre e hija, irá develando algo más oscuro.
César Troncoso vuelve a ser el eje sobre el que gira la historia; su Pedro es un personaje confundido, ganado por la ira y la desesperación de ver que la familia que en algún momento parecía perfecta se va alejando cada vez más. Ello lo llevará a realizar una acción extrema cuya víctima principal será su pequeña hija. Al estar más centrada en la relación de Pedro con la niña, Matilde Creimer Chiabrando tiene mayor participación que en la primera parte y se luce en el rol de Flor. El talento natural de la niña, que ya nos sorprendió en Nuestros días más felices de Sol Buerruezo Pichón-Reviére, vuelve a deslumbrar con sus cambios de ánimos, mezclando momentos de felicidad y ternura con otros de rabiosa furia con asombrosa destreza.
Esta vez, el frenético ritmo con el que se desarrollaba 36 horas durante todo el film da paso a la apasible tranquilidad de lo que parece ser unas idílicas vacaciones entre padre e hija. En Cuando Oscurece el manejo de los tiempos es distinto, dando paso a una película introspectiva que se enfoca mucho más en las actitudes de Pedro y su relación con su hija; cuya la tensión irá en aumento a medida que se vaya descubriendo la verdad sobre el viaje hasta su explosivo climax en el tercer acto, con un final que reflexiona sobre como actos de los adultos exponen a los niños a peligros impensados.