Train To Busan 2: Península de Yeon Sang-Ho. Crítica.

Nuestra puntuación

Luego de postergarse en cines y estrenarse on-line llegó a Netflix la esperada secuela de zombies coreana.

Train to Busan 2: Península es la secuela de la exitosa película coreana de 2016.

Año 2016, año del Bicentenario de la Declaración de la Independencia Nacional. Mientras en Argentina un zombie se excusaba de ir al evento principal que conmemoraba esa fecha tan importante para el país por «estar cansado por la extenuante gira y actos», en Corea del Sur se producía el estreno de una de las mejores películas de zombies de los últimos años, Train to Busan. Ganadora en Sitges como Mejor Director y Mejores Efectos Especiales, el film rompió records de taquilla en Corea y tuvo mucho éxito en todos los países donde se estrenó, tanto por parte del público como de la crítica. Consecuencia lógica, era de esperar que, en este mercado que trata de exprimir al máximo sus productos exitosos, se haga una secuela. De la misma manera que otras producciones del género como 28 Days Later de Danny Boyle, el concepto de esta secuela sería volver al lugar donde se inició la plaga zombie. Pero, para eso, cualquier excusa sería buena, pero la misma debería ser original.

El film arranca en el momento de evacuación de Busan, cuando la plaga zombie se extendió y la pandemia es incontrolable. Muchos son evacuados en barcos hacia otras ciudades de Corea y se cierran todos los caminos hacia la ciudad, quedando totalmente aislada del resto. Los puentes son destruidos y se declara zona de desastre el lugar. En esa fuga conocemos Jeong-Seok (Gang Dong-Won) un soldado del ejercito surcoreano que lucha por llegar con su hermana, su cuñado y su sobrino hasta un barco militar que los llevará del otro lado de la península. Cuando parecen estar a salvo, un contaminado desata el caos en el lugar y pierden la vida el niño y la madre. Inmediatamente nos iremos cuatro años después del hecho, Jeong y su cuñado viven como refugiados en la ciudad y reciben una oferta que los llevará de nuevo hacia la ciudad infectada para recuperar una millonaria suma de dinero que quedó abandonada dentro de un camión y que sería repartida entre todos.

La culpa y el dolor por lo sucedido cuatro años atrás sigue presente pero ambos ven una oportunidad para seguir adelante con su vida y se embarcan junto a dos personas más en la misión. Pero no será tan facil, ya que, en la ciudad, no solo hay zombies, sino que hay sobrevivientes que instalaron sus propias reglas y también tratarán de quedarse con el botín. Allí conocerán a Min-Jeon (Lee Jung-hyun), una mujer a la cual el soldado no quiso auxiliar en el escape sucedido cuatros años atrás, pero que logró sobrevivir en el lugar junto a su anciano padre y sus dos hijas.

Con un presupuesto mayor, era obvio que el film iba a recurrir a mayores efectos y una mayor producción. Mientras la primera se ambientaba en un tren y en cada una de las estaciones que iba frenando, en esta el espectro físico es más amplio. La ciudad en su totalidad se presenta como escenario de la lucha por la supervivencia. Así veremos grandes cantidades de zombies, cuyas características son similares a la anterior, llenos de rabia y sin control sobre sus cuerpos, igual que en 28 Days Later. Pero más allá de la acción, detrás de Train to Busan había un drama, el de esa niña con un padre ocupado full time a su trabajo como si fuese un zombie. El tratado del drama personal, reducida a la relación padre-hija, generaba una conexión sentimental especial con el espectador, siempre acompañado con la intensidad que el cine oriental le suele poner a este tipo de producciones. Esto no quiere decir que en Península el drama no exista; hay y muy intenso, pero queda desdibujado ante semejante despliegue visual y de efectos especiales (con un abuso importante del CGI).

Habíamos hablado de las similitudes de esta película con el film de Danny Boyle, 28 Days Later en cuanto a la construcción de los zombies. En materia del abordaje del drama, el argumento del film se acerca a su secuela, 28 Weeks Later de Juan Carlos Fresnadillo al tocar temas como que la culpa por el abandono en situaciones similares que se suceden en medio de la desesperación por salva sus vidas. Mientras en una, el esposo abandona cobardemente a su esposa cuando se encuentran a merced de un ataque zombie en su casa, luego se abocaba al seguimiento del protagonista con sus dos hijos y el reencuentro con su esposa abandonada que, sorpresivamente, sobrevive a la plaga. En Península sucede lo mismo con una familia por parte de Jeong, pero en esta se hace más amplio el espectro de personajes, y esa temática queda perdida, más allá del planteo del final, donde aparece la posibilidad de redimir lo sucedido cuatro años atrás.

Otro aspecto similar con la saga inglesa de zombies es que Train to Busan 2 no tiene ningún hilo de continuidad con su antecesora, más allá de la locación y la plaga zombie. Eso hace que los personajes que aparecen en escena sean nuevos, más variados y con distintos perfiles que la primer parte. Más allá de Jeong y su cuñado, que tienen un desarrollo más profundo, los demás no llegan a tener el abordaje necesario para lograr conectar y se apela más a la incertidumbre que puede generar que quienes corran peligro sean niños o adolescentes. Todo eso, sumado al problema de una secuela cuya antecesora se convirtió en un éxito inesperado hace que el film llegue a tener el mismo impacto y no logre romper con el estigma de que «ninguna segunda parte es mejor», aunque es un espectáculo entretenido cuya magnitud de producción seguramente se disfrute más en el cine.

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