Este jueves se estrena en cines argentinos una nueva entrega de la saga cinematográfica basada en la línea de juguetes creada por Hasbro.
Bajo la dirección de Josh Cooley (Toy Story 4), Transformers Uno se destaca como una de las producciones más sólidas y ambiciosas dentro de la franquicia. Con un gran elenco de voces que incluye a Chris Hemsworth, Brian Tyree Henry, Scarlett Johansson, Keegan-Michael Key, Steve Buscemi, Laurence Fishburne y Jon Hamm. Pero lo que la diferencia de las anteriores entregas live action no es solo su estilo visual o la épica acción, sino su enfoque en temas de identidad y libertad. En lugar de centrarse únicamente en las transformaciones físicas de los robots, la película explora el trasfondo social y las luchas internas de sus personajes en un Cybertron sumido en la opresión.
En este universo, la crisis energética de Cybertron tiene a gran parte de la población trabajando en condiciones deplorables, mientras una clase dominante busca distraer a las masas con carreras mortales y entretenimiento vacío. Aquí se narra el inicio del conflicto entre Megatron y Optimus Prime, quienes toman caminos opuestos frente a esta estructura social distópica. La fidelidad de Megatron hacia el sistema lo lleva a una progresiva frustración, convirtiéndolo en el villano que conocemos, lleno de resentimiento y ansias de revancha. En contraste, Optimus, quien al principio busca sobresalir dentro de las reglas, termina desafiando el orden establecido, comprendiendo el verdadero significado del sacrificio y la responsabilidad que implica ser un líder.
La película, con su trama llena de acción, no deja de lado los giros emocionales. Los personajes, aunque se desarrollan dentro de un ambiente de ciencia ficción, tienen conflictos humanos. Las carreras y persecuciones no solo son espectaculares, sino que funcionan como una metáfora de la lucha por la libertad frente a un sistema que busca controlar y dividir. Es un enfoque que recuerda a la manipulación mediática y la creación de castas descritas por Huxley y Orwell, donde las libertades individuales son erosionadas en favor de la estabilidad del poder dominante.
A pesar de algunas licencias creativas respecto al canon de la saga, y ciertos aspectos que se quedan sin explicaciones detalladas —como la naturaleza de las transformaciones físicas de los personajes—, la narrativa es fluida, manteniendo al espectador inmerso en la historia. Además, la película ofrece una encantadora introducción de Bumblebee, quien aporta frescura al relato, y le otorga a Elita-1 un rol más relevante y actualizado, alineado con la evolución de los personajes femeninos en el entretenimiento moderno.
Transformers Uno no es solo otra película de robots gigantes en guerra; su verdadera fortaleza radica en su capacidad para equilibrar la acción con una reflexión más profunda sobre la libertad, la rebelión y la búsqueda de la identidad en un mundo opresivo. Este trasfondo le otorga un peso inusual para la franquicia, elevándola a la altura de Transformers: la película (1986), una referencia clásica y de culto entre los seguidores.