Annette de Leos Carax.

Nuestra puntuación

Luego de presentarse en el Festival de Cannes, se estrenó on line la ópera musical del director francés musicalizada por Sparks.

Adam Driver y Mairon Cotilliard protagonizan el musical de Leos Carax

Aunque no sea imprescindible, antes de ver Annette sería ideal ver el documental The Sparks Brothers dirigido por Edgar Wright (la crítica en el link) para comprender mejor la importancia de lo que vamos a ver. Porque más allá de la presencia de Leos Carax detrás de una consola, son los hermanos Ron y Russell Mael (Sparks) quienes dan el puntapié inicial. El film comienza con una pequeña introducción donde actores, músicos y coprotagonistas piden la atención del público. La orden es que la audiencia se mantenga lo más callada posible, le ruega casi que ni respire mientras dure el espectáculo. Acompañado de un número de apertura titulado, «¿Podemos empezar ahora?», el director de Holy Motors establece que lo que sigue puede ser extraño, inquietante e histérico, pero lo más importante, completamente ficticio.

Partiendo del melodrama de la ópera clásica, Annette desarrolla la historia de un apasionante romance entre Henry McHenry (Adam Driver), un comediante que recuerda a Bo Burnham, y Ann Defrasnoux (Marion Cotillard), la soprano más prometedora del mundo de la ópera. Su amor, rodeado por estrellas y la luz de la luna, es intenso y apasionado, teniendo a la prensa mundial pendiente de ellos. La pareja se casa y tiene una hija, Annette (interpretada por una marioneta diseñada especialmente para la película). Pero, lo que debería ser un momento de felicidad para la pareja, descubre las tensiones subyacentes entre la pareja y los hace confrontar su relación con la fama y consigo mismos. Aquí comienza la verdadera trama de la película. 

Pero, más allá de la sencillez de la trama principal, que parece volcarse a un drama parental común y silvestre Annette puede ser catalogada como una película extraña, cuya anomalía es lo que ayuda a que sea cohesiva. Entre la marioneta, la excéntrica partitura musical de Sparks y el concepto polarizador, hace que no se parezca a los musicales convencionales (si uno quiere puede compararlo con los de John Waters). Enmarcando la historia como una especie de actuación dentro del universo de la película, Carax puede usar el melodrama para hacer un comentario más amplio sobre la naturaleza de la cultura de las celebridades, cuyo elegante espectáculo es su historia de amor teatral. Pero a medida que pasan más tiempo juntos, comienzan a desmoronarse tanto como espectáculo como pareja para convertirse en una representación de la violencia de género. Reflejando la progresión de la relación con la configuración de la película, utilizando grandes números musicales y espléndidas piezas para representar cómo el mundo exterior debe ver su amor «perfecto», reconociendo cómo las vidas de los ricos y famosos parecen estar cuidadosamente enmascaradas. para cubrir cualquier indicio de imperfección, así como también tiene una clara comprensión de lo adictiva que puede ser esta fama y atención. 

En Henry McHenry, Leos Carax crea un personaje tan dependiente de ser una celebridad que se vuelve exagerado y poco realista. Su estrategia para contar esta historia casi convencional de una obsesión por la fama que conduce a la autodestrucción se ve favorecida en gran medida por las contribuciones musicales de Sparks. El estilo musical de la banda funciona en sintonía con el mundo fuera de ritmo que Carax ha creado. Las letras directas y sus repetidos estribillos logran crear una tensión perfecta y sus canciones de amor le dan a la película la sensación operística que necesita, aunque la voz de Adam Driver suene imperfecta y, a menudo, las canciones suenan forzadas a partir de su voz, una elección que puede sonar intencional para resaltar la inferioridad de McHenry (tanto en la realidad como en su propia mente) en comparación con su esposa. Marion Cotillard hace un buen trabajo con sus canciones y cuando los dos cantan juntos, su voz lírica de soprano contra el registro bajo de Driver, la visión del casting de Carax cobra sentido. Lo mismo que Simon Helberg (el inolvidable Howard Wolowitz de The Big Bang Theory), como «el acompañante», un tercero en discordia que, frustrado por su amor por Ann se vuelca a su carrera como director de orquesta y será un sostén importante de la niña cuando la madre esté ausente.

Fiel al estilo del director francés, Annette no pasa desapercibida y puede generar opiniones encontradas. A partir de su humor extraño, que va desde musicalizar un parto hasta un interrogatorio policial, la película es una apuesta audaz y arriesgada que lleva la frase «todo el mundo es un escenario» a límites impensandos, al crear un mundo tan teatral y extravagante del cual resulta difícil no sentirse atraido. Sobretodo porque en la era de las redes sociales, las historias sobre la fama se han vuelto cada vez más comunes y Annette ofrece una singular mirada sobre la realidad sobredramática y caótica de nuestras vidas.  

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