Preseleccionada para competir en los Óscar 2021, llegó a Star Plus la película basada en la novela El Mal Menor de C. E. Feilling, protagonizada por Erica Rivas.
Según la novela de Feilling, los «prófugos» son seres malignos de origen onírico que, al no haber sido descubiertos o expulsados a tiempo, van adquiriendo cuerpo y poder, poniendo en peligro la frontera entre el mundo de los sueños y la realidad. En su segunda película como directora, luego de la ópera prima Muerte en Buenos Aires, Natalia Meta toma ese concepto del libro para serpentear entre lo espeluznante y lo divertido en su versión libre de la novela El Mal Menor.
Acá vamos a conocer a Inés (Érica Rivas), quien trabaja en el doblaje de películas orientales y forma parte de un coro. Leopoldo (Daniel Hendler) es su pareja, con quien sale hace poco (algo que se encarga de resaltar muchas veces). Ambos deciden ir unos días de vacaciones en unas playas mexicanas. Luego de un primer día de excursión a cuevas acuáticas llenas de murciélagos, mojitos en la playa y karaokes, una discusión entre la pareja termina en una inesperada tragedia. El viaje que debería ser idílico es todo lo contrario e Inés regresa a casa sin poder afrontarlo. En el coro pronto comienza a sufrir porque ya no puede tocar las notas correctas y en su trabajo de doblaje comienza a sentir extraños ruidos en las grabaciones. A medida que las cosas se vuelven cada vez más extrañas, Inés comienza a dudar de que sus problemas de voz sean psicosomáticos. La sensación de realidad se irá distorsionando lentamente, a medida que las pesadillas de Inés comienzan a inmiscuirse en su vida.
Natalia Meta ilustra estas transformaciones mediante cambios de color y escala, diseminando elementos o situaciones a través del relato que nos hacen dudar si lo que estamos viendo es real o forma parte del la imaginación de Inés. Pero también aprovecha las virtudes que le da el paisaje onírico para dejar a la libre interpretación del espectador que es en realidad el prófugo. Un «te amo» dormida a alguien desconocido, la vestimenta de colegial de Alberto (Nahuel Pérez Biscayart), el afinador de órganos que se transforma en el objeto de deseo de Inés; o esa madre que no para un segundo de emitir palabras personificada por Cecilia Roth, algo que Inés advierte en el inicio cuando se queja que Leopoldo «habla más que su mamá». Todas situaciones que parecen emerger del inconsciente, salir de los sueños de la protagonista e ir tomando forma y cuerpo para presentarse frente a ella.
La cámara sigue a Erica Rivas permanentemente y permite que se luzca, algo a lo que ya estamos acostumbrados. Ya sea en sus momentos de desconciertos como en los de ira, la actriz de Los Sonámbulos y Bruja se carga la historia sobre sus hombros. Pero también quienes la secundan tienen sus grandes momentos con extrañas situciones y diálogos que rozan lo bizarro. Así, veremos un incómodo karaoke por parte de Daniel Hendler de Mujer Amante de Rata Blanca en México, discusiones con la insoportable madre que permiten el lucimiento de Cecilia Roth, hasta extraños pasos de baile de Nahuel Pérez Biscayart durante una fiesta, en la piel del enigmático Alberto. MIrtha Busnelli, en el papel de una extraña pitonisa y curandera capaz de interpretar lo que le sucede a la protagonista, Agustín Rittano como el profesor de coro y Guillermo Arengo como el operador sonidista son quienes también se destacan tratando de ayudar a Inés.
Se la puede vender como un thriller psicológico con un desplazamiento entre lo onírico y lo real que mete al espectador en un delirium tremens desconcertante; también como un relato de horror con elementos de terror gótico que recuerda a Berberain Sound Studio de Peter Strickland, no solo por los momentos de doblaje y por su énfasis en la importancia del sonido, sino también por el ambiente de tensión. Hasta la podríamos catalogar como romántica, si queremos interpretar la naturaleza de la relación entre Inés y Alberto como una historia de amor del pasado. Por eso hay que sacarse las estructuras y dejarse sorprender para disfrutar de El Profugo porque, gracias a la múltiples lecturas que uno puede hacer del film, se convierte en una experiencia gratificante y novedosa para el espectador que busca algo distinto.